El ferrocarril a Extremadura está de moda. Triste moda. Porque no llega. Ni en la versión viajeros, ni en la versión mercancías. En ésta, el llamado Corredor Mediterráneo parece estar llevándose el gato al agua. En aquélla, nada nuevo bajo el sol. Bla, bla, bla del ministro y de todos cuantos tienen responsabilidad en el negocio. Y candidez, supongo, del presidente de Adif, que no se explica lo que está pasando aquí. Sobran ya las palabras. Se ha dicho todo. El estado de la cuestión se resume en: no tenemos tren -lo de ahora no admite el sustantivo- porque no pintamos nada. Tenemos unos dirigentes que no pintan nada en Madrid. Se los usa para hacer declaraciones -para dar la cara- en otros asuntos. Para que se crean importantes mientras los manipulan. De los asuntos regionales graves, nada. Eso sí, según quien gobierne allí el baranda de aquí pide paciencia, porque le han contado lo próximo de la solución. Legislatura tras legislatura.

Me sorprende escuchar protestar a gentes que siempre guardaron silencio. Que nunca se han referido al estado del ferrocarril en esta región. Sólo lo han visto de cerca al recibir a los Reyes Magos que, incomprensiblemente, llegan en tren. Incluso han aparecido perfiles en redes sociales, con logotipo y todo, pero sin identificación. No es malo protestar, pero esos perfiles huelen a extremeñismo pagado. Cuando hay subvenciones y adjudicaciones hay sentimiento regional. Antes, hace muy poco, nadie decía nada. Pocos defendían el corredor de Sines, ni la electrificación de las líneas de este agujero negro de las comunicaciones ferroviarias. Como si no pasara nada. Como si las promesa fueran a hacerse realidad ya. ¿Cuántas administraciones han anunciado su inminencia? Tampoco se refirieron a la calidad del servicio, que no mejora. Porque no lo conocen. Se preocupan de los grandes conceptos, no del ciudadano que sufre tal subdesarrollo. Si repasamos las hemerotecas podemos encontrar una larga serie de cuentos chinos. Esto con Rodríguez Ibarra no pasaba, se estuviera o no de acuerdo con él. Aquello era pesar, hacerse escuchar. Esto solo es gimoteo. De izquierda a derecha, de arriba a abajo. Y con plañideras y plañideros pagados.