THtace unos días que se celebró el Día del Pueblo Gitano. De eso se habló en los medios de comunicación. Poco, a mi modo de ver. Se colocó un puesto divulgativo en el mercadillo y poco más. Me parece poco. Todo me parece poco y, mucho más, en Badajoz, donde los gitanos no son sólo una parte de la población, una minoría. A veces se los utiliza como un distintivo de la ciudad. Y, sin duda, lo son. Han contribuido a darle a esta ciudad un nombre, en el plano cultural, que nadie puede negar. Pero, ¿realmente Badajoz aprecia a los gitanos, como se presume en algunas instancias? Preocupación hay. El ayuntamiento acaba de inaugurar unas nuevas instalaciones destinadas a ayudarlos. Es de agradecer.

Con todo y con eso, no estoy seguro de que el aprecio sea cierto. Y no hablo basándome en los repulsivos mensajes racistas que he leído, en internet, en los comentarios a las noticias sobre la conmemoración a que me he referido. ¿Nadie va a filtrar nunca ese tipo de opiniones? Me dieron náuseas.

Las relaciones con los gitanos son complicadas. De eso no cabe duda. La historia no se borra de un plumazo. Pasamos con ellos del paternalismo al desprecio y, ellos, cuando no cantan y bailan, del victimismo al parasitismo. Y no podemos seguir así. Se ha avanzado mucho, pero aún falta más. Sigo viendo niños gitanos sin escolarizar y miseria, demasiada miseria. Ya sé lo que me diría cualquiera de ustedes al respecto, pero me quedo intranquilo. Tenemos que hacer más por los gitanos y, sobre todo, ayudarlos a hacer por sí mismos.

Menos caridad y más programas sociales. Y, también, menos desconfianza, más relaños para salir de la marginación. Menos escudarse en las peculiaridades culturales para justificar cosas como el machismo y la falta de derechos elementales de muchas mujeres, entre otras cosas. Todos hemos de esforzarnos más. Eso cuesta. Yo mismo tengo que luchar para evitar recurrir a los prejuicios. No soy gitano, pero, a veces, me molesta ser payo .