Ni quiero, ni puedo dejar de aprovechar la posibilidad semanal que me ofrece este periódico para reflexionar sobre el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer que tuvo lugar el pasado día 25 de noviembre. En la concepción aún machista de nuestra sociedad, hacerlo en otro momento sigue sonando a feminismo trasnochado y si me apuran hasta políticamente etiquetable. ¿Defender la dignidad de la mujer es de derechas o de izquierdas?. Hasta la pregunta me parece absurda. Pero allá cada uno.

Incluso me arriesgo, lo sé, a que a pocos de ustedes le interese este artículo. Es un tema tan manido¿verdad?. Ufff !la igualdad!. En lo que va de año casi cuatro veces al mes los medios de comunicación contaron la muerte de una mujer a manos de sus parejas o ex parejas. 700 veces desde que se aprobara la famosa y poco eficaz Ley Integral contra la Violencia de genero hace ahora diez años. Permítanme la ironía.

La muerte de mujeres es el lado más dramático de una situación cuyo origen no lo es menos: la falta de igualdad.

La creación de los Juzgados de Violencia fue el gran avance que propició la Ley de 2004, pero falta por desarrollar gran parte de su articulado. La justicia actúa gracias a esos juzgados rápida y contundente, pero cuando el hecho violento sobre la mujer ya se ha producido.

Falta incidir más aún en la prevención. En evitar no sólo la muerte de una mujer, sino también el maltrato tanto físico como psicológico. Hay que seguir avanzando en dos direcciones: la educación y la denuncia. La educación de los niños y niñas de hoy que serán los hombres y mujeres que en el futuro podrán poner fin a una terrible situación que viven millones de mujeres en el mundo. Y la denuncia, no sólo de las propias mujeres que sufren violencia, sino la de su entorno y la de aquellos que, a pesar de resultar aburridos o etiquetados, no estamos dispuestos a dejar de aportar nuestro granito de arena.