TBtadajoz, desde sus orígenes, fue siempre un lugar de mala calidad de obra. Los materiales del subsuelo no son los adecuados. Los buenos hubo que traerlos de lejos y eso no estaba siempre al alcance de las posibilidades. Las calizas del subsuelo, que se caracterizan por ser muy blandas, pueden emplearse para pavimentos domésticos, pero no cortarse en bloques. Total, en el Badajoz histórico acabaron predominando siempre la tapia y el ladrillo.

Desde el principio se recurrió a procedimientos constructivos baratos, pero eficaces. Los más antiguos edificios de la ciudad, sus murallas, se erigieron en durísima tapia. En ocasiones, sólo en ocasiones, se utilizó el granito y eso no deja de resultar curioso, porque es una de las características arquitectónicas de esta capital que ha pervivido siglo tras siglo.

Cada vez que hay un período de prosperidad aquí se construye o, mejor dicho, se decora con granito. Las murallas de época taifa se levantaron con mampostería granítica y eso constituyó todo un alarde.

La famosa puerta del Capitel de nuestra alcazaba, más lujosa y representativa, se labró en cuidados sillares de la misma piedra, aunque cada uno fuera rapiñado de un edificio distinto. Y qué decir de la catedral. Otra muestra de poderío. Y ahora, en esta época, volvemos al granito en los pavimentos de muchas calles de nuestra ciudad. Bien es verdad que con un resultado mediocre, al menos cuando se opta por colocar en ellas grandes losas, que se manchan.

No me digan ustedes que es casualidad. A fuer de arqueólogo yo creo que estas cosas nunca lo son. Hay circunstancias recurrentes e inconscientes y Badajoz siempre se pone imponente a fuerza de granito. Quizás alguien opine que también de mármol. Pero eso es otra cosa. Más para interiores que para exteriores. También para soportales, pero en este caso siempre como pieza de lance.

Aquí el mármol externo suele ser signo de ostentación de dudoso gusto, salvo en detalles. Fíjense cuando paseen por nuestras antiguas calles y, también cuando lo hagan por alguna moderna y luego me cuentan. Las nuevas obras no deberían olvidar esas cuestiones, porque la personalidad de una población también se mide por el aspecto externo.