Julia Quirós tiene 78 años, aunque mueve el diábolo como una quinceañera. Salvador Barroso, con 76 años, tiene una peonza en la mano, que se empeña en repiar como las que él llevaba de pequeño, pero la cuerda no es como las de antes. María Pérez lleva un yo-yo y está reviviendo tiempos pasados en los que los niños jugaban más en la calle y basaban su ocio en actividades que requerían mucho ejercicio físico, la mayoría de las veces en grupo.

Julia, Salvador y María eran ayer por la mañana los tres monitores que atendían el taller de juegos tradicionales en Iberocio. Por la tarde hay otros monitores y a todos los han llamado por su vinculación con la Feria de Mayores para participar en Ifeba en este taller intergeneracional, que se ha organizado por primera vez en Iberocio.

El diábolo, la peonza, el yo-yo, los bolindres, la rayuela, la comba, la goma, carreras de sacos, la picota... son juegos de toda la vida que han ido desapareciendo con el paso de los años derrotados por las videoconsolas y los muñecos de acción, pero que los mayores de treinta años todavía recuerdan como imágenes atesoradas en su infancia. En un rincón del taller tienen bien ordenados todos los utensilios utilizados para estos juegos, piezas sencillas, como las de antaño. Julia echaba en falta un pañuelo, que le habían dicho que les traerían, para jugar a la gallinita ciega , otro entretenimiento antiquísimo al que muchos mayores han jugado de pequeños.

Gracias a este taller y a unos monitores muy voluntariosos estos juegos han despertado del olvido y muchos niños están aprendiendo estos días otras formas de divertirse. "Les gustan todos estos juegos y hasta sus padres y sus abuelos se animan", relataba Julia entusiasmada con esta actividad. En estos días, ya ha habido muchos niños que han aprendido. Algunos repiten y vuelven al estand para seguir jugando. "Uno pequeño se acercó al día siguiente y me saludó: Hola colega", contaba Salvador. A todos los monitores les está gustando la experiencia y también ellos disfrutan. "Mi nieta la mayor, que tiene 26 años, me dice: abuelo, ¿cuándo vas a dejar de ser un niño?", cuenta Salvador, quien sugiere como Iberocio tendría que celebrase una vez al mes como mínimo, "porque así los niños están integrados y se integran los de todas las edades".