También los hay en Badajoz. Para dulcificarlo, les llamamos incívicos, mal educados, insolidarios, malos vecinos, desconsiderados pero, en realidad, no son más que unos guarros, la mayoría de las veces orgullosos de serlo sin saberlo -sus hechos les delatan- y con una costumbre habitual pero inaceptable: encima se las dan de dignos y engreídos y nos sueltan lecciones a diario. Pero siguen siendo unos guarros. Guarros que igual lo aprendieron de sus padres o no pero está claro que se lo están enseñando a sus hijos. Guarros que ni se molestan en pasar desapercibidos y hacen sus guarrerías a plena luz del día, a la vista de todos. Guarros que no entienden nada y no se dan cuenta de que haciendo el guarro contribuyen a que la puerta de su casa, de su calle y de su ciudad estén guarras. Guarros que se creen limpios. Guarros que ven a la ciudad guarra y se alarman por la guarrería, que levantan la voz, que escriben cartas a los periódicos, que llaman a las radios, que les ponen una cámara delante y no hacen más que despotricar por lo guarra que está la ciudad, guarros que critican sin pudor al que hace guarrerías, guarros que mal hablan de los políticos acusándoles de tener guarra la ciudad.

Pero van por la calle, los muy guarros, con su perro y dejan los excrementos del chucho allí mismo sin recogerlos. El otro día en la calle San Juan. Van a coger el coche y vacían su cenicero junto al bordillo disimulando para que nadie se dé cuenta del vandalismo. En la plaza de San Andrés sin ir más lejos. O, en algún cruce de caminos de la ciudad, como en los semáforos del Puente de la Universidad y El Venero. Guarros que deciden vaciar todas las papeleras a su paso por hacer la gracia o algo peor. Ocurrió en Carolina Coronado y en el parque de San Fernando. Guarros que no pueden caminar unos metros más allá y meter la bolsa de basura en el contenedor y la dejan en una esquina, en una farola, en la puerta de una vecino pero, por supuesto, no en la puerta de casa para no ser calificados como guarros. En Martín Cansado. Guarros que no les apetece tocar un contenedor con sus limpias manos y dejan su basura al lado del mismo, como en Ronda del Pilar, Sinforiano Madroñero, Santa Marina y mil sitios más. Guarros que se quejaban de tener cerca contenedores con sus olores y entonces, se los quitan por el día y se los ponen al caer la tarde, pero ellos dejan sus bolsas de detritus desde bien temprano para demostrar que el problema eran ellos. En De Gabriel, Montesinos y Doctor Lobato. Y luego, claro, los guarros, somos los demás.