Cerca de su piso, con la fachada ennegrecida por el humo, Santiago Cabezas, de 75 años, tenía aún el susto en el cuerpo. Envuelto en una de las mantas repartidas por Cruz Roja aseguraba que había pasado "mucho frío" mientras esperaba en la calle que los bomberos sofocasen el fuego. Su mujer, Carmen Peñas, de 72 años, fue quien le despertó alertada por una bocina de un coche "que llevaba sonando mucho tiempo", relató. Cuando ese ruido cesó, escucharon "varias explosiones" y al asomarse a la ventana vio el humo. Rápidamente, el matrimonio salió a la calle.

Como ellos, el resto de vecinos de los cuatro bloques de viviendas sociales de la plaza Miguel Delibes vivieron la madrugada más larga de su vida a la intemperie y con temor a lo que pudiera ocurrir con sus casas. Un vecino, trabajador del servicio de Limpieza, que acababa de concluir su jornada laboral y que paseaba a su perro por los alrededores del edificio fue el primero en percatarse del humo que salía de los garajes y dar la voz de alarma. Avisó a los que pudo y, así, unos a otros, a través de telefonillos y timbres se alertó a inquilinos de todos los bloques.

Francisca Vaca reside con su marido y con su hijo de 10 años en un primero del portal número. Las vecinas le habían prestado un chaquetón a ellas y unas zapatillas para su hijo, que bajó descalzo cuando les avisaron del fuego. "Me avisó una vecina que estaba despierta dándole el biberón a su bebé", contó.

En la misma situación se encontraban otros vecinos que apenas habían tenido tiempo para abrigarse antes de salir a la desesperada en mitad de la noche. Las mantas de Cruz Roja no llegaron hasta pasadas las seis de la mañana y gracias a la solidaridad de otras familias pudieron ponerse encima de las batas y los pijamas algo de abrigo. Enrique Guerra, responsable de Comunicación de Cruz Roja, explicó que las mantas no habían llegado antes porque les avisaron del suceso a las seis de la mañana.

Fernando Sánchez, sus hijos y sus mascotas también se refugiaban del frío en mantas mientras miraban a sus ventanas."Nos hemos despertado con un susto", dijo, mientras acariciaba a unos cachorros de perro. Habían bajado a la calle en pijama y en chándal y solo después de varias horas pudieron subir a casa a por sus animales. Fernando llevaba con su familia desde las cuatro de la madrugada en la calle y a las nueve de la mañana solo pedía que se diera una solución al problema de alojamiento y "un lugar para dejar a los animales".Abrigadas con las mantas cedidas por la Cruz Roja de Badajoz, María González y su hija, Yolanda Cordero, cayeron agotadas sobre un banco cuando comenzó a verse la luz del sol. Estaban dormidos cuando se originó el incendio y fue su marido quien las alertó tras escuchar ruido. "Nos hemos llevado un susto muy grande y hemos bajado a la calle con lo puesto", relataron.Otro de los afectados fue el presidente de la Plataforma para la Recuperación de Suerte de Saavedra, Antonio Chacón, cuyo coche, que se encontraba aparcado en el garaje, quedó totalmente calcinado. El representante vecinal agradeció la colaboración mostrada por las distintas administraciones y pidió "coordinación" para que todos los damnificados reciban apoyo y ayuda en estos momentos difíciles.Cruz Roja llevó a la plaza café, cacao y galletas para desayunar porque los afectados no querían alejarse de sus casas. A la hora de comer, una veintena lo hizo en el comedor improvisado en la parroquia, el resto con sus familiares.