Los aficionados a la Historia y muchos ciudadanos bien informados saben que en los últimos años ha proliferado en nuestro país toda una pléyade de literatos y de historiadores a la violeta centrados, principalmente, --eso dicen-- en la investigación de nuestra guerra civil de 1936-39. Intentan demostrar cómo muchas teorías relacionadas con aquella contienda son acuñaciones tendenciosas de historiadores de izquierdas. O sea, rojos. El tema estrella ha sido, claro está, eso conocido como recuperación de la memoria histórica o, en román paladino, los crímenes del franquismo.

Con una desvergüenza singular pretenden, contra la evidencia rigurosa aportada por muchos historiadores serios, que los crímenes atribuidos a los sublevados contra el legítimo gobierno de la II República no fueron tantos o, por lo menos, se compensaron con los perpetrados por sus oponentes. No voy a entrar al trapo de esa polémica interesada. Plumas más documentadas que la mía, desprovistas, eso sí, del apoyo de ciertos grupos mediáticos, vienen proclamando la falsedad de esas informaciones. El asunto afecta muy directamente a Badajoz y aquí no ha de buscarse mucho, a pesar de la insistencia de algunos cronistas, para encontrar trabajos científicos irrefutables, donde se hace patente, sin la menor duda, lo que la memoria histórica vital, tercamente anclada en el subconsciente de las familias y de los individuos, atesora con dolor, lo exteriorice o no.

Pues bien, nadie crea que esa especie de historiador evocada más arriba se limita a escribir de historia contemporánea. No. También comienzan a usar viejos argumentos, periclitados para la investigación académica, para justificar nuevas actitudes. La cuestión es que dichas teorías, que en su momento pudieron hasta suponer un avance intelectual, se han convertido en una forma de argumentar contra la propia evolución de la sociedad. Se da por descontado que España es una unidad de destino en lo universal --¿les suena?-- y que ciertos fenómenos puramente actuales son la repetición de hechos muy antiguos y debe reaccionarse contra ellos como suponen --algunos-- reaccionaron aquellas gentes consideradas como sus antepasados. Pongamos que hablo de la Edad Media, de al-Andalus y de las denominadas luchas entre moros y cristianos. Badajoz es un buen exponente.