Llevamos tiempo instalados en el bienestar, que, como su nombre indica, es un estado agradable donde todo funciona y en el que puedes comprarte ropa nueva y accesorios una vez por lo menos a la semana. A estas alturas, no existe nada capaz de destruirlo, ni crisis, epidemias o catástrofes que lo dobleguen. El estado del bienestar velará por ti en caso de desgracia, lo cual estaría muy bien si no fuera por lo horteras y cursis que se ponen a veces los servidores fieles del avance social. Sobre todo cuando aparecen cargados de psicólogos, con el departamento de recursos humanos o el de igualdad a cuestas para echarte una mano. Puedes pasar de hombre o mujer normalito y sin complejos a individuo francamente ridículo en un momento. Me di cuenta el otro día mientras instalaba un artilugio en casa, de esos que antes solo salían en películas americanas y hoy resulta imprescindible. Los operarios encargados de su instalación hablaban con la central en un lenguaje estúpido llamándose "compi" los unos a los otros como si estuvieran en el jardín de infancia. Saqué en conclusión que la compañía a la que pertenecen CUENTA con departamento de recursos humanos que imparte cursillos con el único fin de convertir al trabajador en medio gilipollas. Luego me he enterado de que en el cuerpo de policía los avances están pasando por similares procedimientos. Mandan un cuestionario a cada comisaría y de las contestaciones a preguntas medio lelas deducen qué tipo de policía es cada uno, limitándose a incluirlos en seis categorías: los agotados, los frágiles, los motivados, los distantes, los decepcionados y los no implicados. Felicítate, pues tendrás acceso a disfrutar en la vida, pero huye cuando sospeches de la llegada de las hordas sociales o igualitarias. Pide que te incluyan en la categoría de los normales. Y si te quieres diferenciar, puedes leer lo que te dé la gana, pero, por favor, si es un poema, que no sea tan malo como el "Nada dos veces" del señor López .