TEtn todo este asunto de Ikea están faltando lecturas y sobrando complejos. Cierto es que Ikea se ha convertido ya en una marca de referencia global --como Coca Cola, MacDonalds, Nokia, Google o Microsoft y, a nivel nacional, El Corte Inglés-- de tal manera que las ciudades que se ven beneficiadas con la instalación de estas marcas y empresas en su ámbito obtienen, como consecuencia, no sólo beneficios económicos sino, sobre todo, imagen. Imagen de ciudad moderna, desarrollada y en alza. Mac Donalds, El Corte Inglés o Ikea no se instalan en cualquier parte. Antes, son obligados los estudios de población, de mercado y de influencia comercial. No basta que una ciudad les quiera o que algunos políticos crean que su ciudad es la mejor del mundo mundial.

Ikea es una multinacional de envergadura, de proyección y de contundencia económica. Su instalación en Badajoz, si llega, al fin, será un avance, un paso más en la consolidación de Badajoz como primera ciudad de Extremadura y absoluta referencia transfronteriza. A pesar de quienes siempre quisieron empujarnos hacia Portugal como si eso fuera una deshonra cuando los tiempos están demostrando que es un valor añadido.

Ikea ha pensado en Badajoz porque es una ciudad que a uno de enero de 2009 cuenta con 152.139 habitantes (dato que se le escapa a supuestos periodistas capitalinos que les puede más el localismo que la verdad), porque tiene una influencia comercial, a uno y a otro lado de la Raya, que llega a casi los seiscientos mil habitantes (no pasa nada por echar un vistazo, de vez en cuando, a los estudios económicos de las grandes corporaciones financieras) y porque tiene infraestructuras de servicios, ocio y tiempo librea a años luz de quienes vienen por detrás.

Las pretensiones de Elvas, legítimas pero imposibles, evidencian la ignorancia y ambición de políticos anclados en la edad de piedra que aún consideran que poner su nombre a todas las obras que realizan es signo de distinción. Las pretensiones de Mérida o Cáceres, igualmente legítimas, las descalifican supuestos políticos de la capital (recuerden el entuerto publicitario con Córdoba 2016) que, a la vista de sus declaraciones, parecen desear antes el mal de Badajoz que el bien de su ciudad. Los bobos útiles o incompetentes siempre existieron pero eso no significa que haya que pagarles un sueldo público.