Todo lo que se presenta como futuro en esta ciudad lleva veinte años de retraso; hay proyectos ilusionantes, imprescindibles, tanto que llegarán tarde, como casi todo en esta ciudad que no se sabe bien si va o viene; o mejor, que unas veces va y otras viene. Para que las cosas hubiesen sido de otro modo se tendría que haber evitado una dictadura que nos dejó huérfanos física, moral e intelectualmente, pobres como ratas y atrasados como condes y marqueses. Si España hubiese ganado esa guerra y perdido la de la Independencia, a lo mejor la historia hubiera sido otra, pero es inútil lamentarse. La ciudad ha avanzado, aunque a un ritmo desesperante, y hay más infraestructuras. Pero también las ciudades con las que se compara y éstas mantienen su distancia, que sigue siendo mucha en riqueza, empleo, competitividad, salario o servicios. Badajoz y sus gobernantes se conforman con un día a día agotador de aburrimiento y con una mera ilusión de futuro sin dar el salto al presente. Esa ilusión, y la ambición, son tan importantes como el análisis y el diagnóstico certeros, pero se necesita una idea de ciudad, trabajo y un proyecto real que hoy no existe.