Escribir hoy sobre política es más difícil que nunca y más cuando a esta hora, en la que me dispongo a redactar estas líneas, aún se desconoce qué va pasar con la moción de censura presentada por el PSOE o, incluso, si no se llega ni a votar ante un supuesto anuncio de dimisión del presidente del Gobierno.

Cuando ustedes estén leyendo esta columna, probablemente ya se habrá despejado la incertidumbre sobre el futuro político más inmediato de nuestro país. Y ojalá sea así. Porque no puede haber peor escenario para la solución de los problemas que realmente nos afectan a los ciudadanos, que la inestabilidad política. Y esa es la palabra que mejor define la situación en la que nos encontramos.

¿Y cómo hemos llegado hasta aquí?, es la pregunta que casi todos nos hacemos. El relato sería largo y no fácil, pero necesario para no repetir errores. Una corrupción que ha campado a sus anchas, la impunidad de los políticos, el fortalecimiento de los nacionalismos, la crisis económica y de valores de nuestra nuestra propia sociedad, y así hasta un muy largo etcétera.

Y de aquellos polvos estos lodos: un partido político como el PP, con militantes y cargos públicos que trabajan honestamente en pueblos y ciudades y para el que muchos piden hasta su desaparición. La desconfianza generalizada de los ciudadanos en sus representantes políticos, de uno y otro lado. Y el poder de unos pocos sobre el resto de los españoles. Los nacionalistas deciden hoy en España, nada más y nada menos, que los Presupuestos Generales del Estado y hasta quien nos gobierna. ¡Increíble y peligroso!.Al menos yo desconozco qué sucederá en los próximos meses en nuestro país, pero creo que casi todos coincidimos en los problemas que hay que solucionar. El cómo está en nuestra manos.