TJterte es una palabra mágica. La pronuncias y quien te escucha se transporta inmediatamente a un universo saturado de flores, a un paraíso regado por un río de aguas cristalinas, a un lugar donde a todos nos gustaría vivir.

El próximo mes se producirá el milagro. Depende de cómo sigan los días que vienen, si más o menos cálidos, más o menos lluviosos, pero podemos aventurar que la última semana de marzo podremos asistir, de nuevo, a ese prodigio de la floración anual de centenares de millares de cerezos, con flores de distintas tonalidades y coloraciones, que convertirán a ese lugar, apenas por unos días, en uno de los más bellos del mundo.

Si puedo iré este año otra vez. Pero este invierno he estado ya recorriendo el valle, para vivir esa otra vida oculta del lugar, esa otra fase menos vistosa, pero tan verdadera y profunda, de los cerezos descarnados, entre los musgos y las neblinas de las laderas. El espectáculo de las dos vertientes del valle, de sus terrazas repletas de árboles desnudos, desprovistos de todo adorno, tan auténticos en su sencillez, es una experiencia verdaderamente espiritual y de un gran goce por saber que, a pesar de su aspecto hosco e introvertido, esos árboles se preparan en los días más fríos para la lujuria de su fantástica primavera. Conviene ver eso también, para cerrar el círculo de esa vida que se nos brinda para la nuestra, con todos los simbolismos y todas las promesas.

Estar es un apellido de Jerte, del pueblo de Jerte. Carmen Estar fundó hace muchos años un magnífico restaurante en los soportales que conducen a la plaza. Volví no hace mucho, después de años, y tuve la agradable sorpresa de ver a su hijo Agustín Moreno Estar al frente de un local mejorado, renovado y modernizado, con una maravillosa gastronomía y una estupenda bodega. Como no podía ser menos, el restaurante se llama Valle del Jerte. Tiene unas extraordinarias carnes de la tierra, suculentos cochinillo, cordero, cabrito, ternera, y exquisiteces de la huerta y del monte locales, con hortalizas y setas de competición, entre otras muchas gollerías.

El espíritu del cerezo desnudo o vestido de flores y la carne del placer de una buena comida en ese maravilloso restaurante. ¡Qué propuesta para olvidar la crisis por un día!