Profesor de la Escuela de Ingenierías Agrarias (EIA) desde 2004 --que dirigió 21 años--, José Miguel Coleto recibió anoche la primera Medalla de Honor que concede el centro a un profesor. Durante su mandato, la EIA pasó de una titulación a tres ingenierías técnicas, una superior y una licenciatura, con 65 profesores e investigadores y ya adaptada al Espacio Europeo de Enseñanza Superior. Coleto ha enseñado, investigado en el campo de la producción vegetal, ha publicado numerosos trabajos, ha sido miembro del consejo asesor de Acorex y ha coordinado la publicación Agricultura y Ganadería extremeñas . Amante del campo, se enorgullece de haber recuperado la puerta que fue símbolo de la EIA hoy repuesta en la rotonda de acceso frente a la escuela y al viejo eucalipto, guardián de la savia de la sabiduría.

--¿Qué supone para usted este galardón?

--Es un honor inmenso. Se había otorgado hasta ahora a dos personas, laborales del centro durante muchos años, ya fallecidos. Es un reconocimiento de mis compañeros, probablemente inmerecido, y estoy orgulloso y agradecido.

--Lleva 28 años en la EIA y la ha dirigido durante 20. ¿Cómo ha evolucionado?

--Hemos intentado estar a la vanguardia, como se le pide a la universidad, adelantándonos a las necesidades de tecnificación que tenía el campo, formando a los profesionales para realizar todo ese desarrollo.

--¿Cómo está considerada la EIA respecto a otras universidades? ¿Cuál es el destino de los profesionales que salen?

--Está bien considerada, pero es difícil tener indicadores para compararse con los demás. En el futuro los vamos a tener, se están normalizando, pero uno de los posibles es que cuando hay oposiciones nuestros profesionales acaparan los primeros números. Cuando se crearon las primeras titulaciones, coincidió con la Junta Preautonómica y las transferencias en Agriculturas, por lo que muchos iban a la Administración. Después han ido más a la empresa privada o han creado las suyas propias.

--¿Cómo ha cambiado la tecnología el campo extremeño?

--Ha sufrido una revolución enorme en materia tecnológica. Basta ver la vid, que pasó de variedades productivas pero de calidad horrible a variedades nuevas para plantaciones superintensivas orientadas a un mercado de calidad. O el olivo, quizás más que la vid, o la dehesa, que se ha modernizado muchísimo, y siempre hay detrás un profesional, en buena parte formado en este centro.

--¿Cómo cree que le afectará a la escuela el Plan Bolonia?

--Yo pensé que trabajábamos por un ingeniero europeo, pero hay luces y sombras. El objetivo es luminoso, pero soy bastante crítico con el proceso. Tenemos que ir a títulos reconocidos en Europa. El cambio metodológico sí es importante. Nos tienen que evaluar para saber si damos lo que nos piden. Pero creo que no estamos siendo capaces de hacer un ingeniero agrónomo europeo.

--¿Cómo afecta la crisis al campo? ¿Hay camino para el desarrollo del campo y la industria agroalimentaria?

--El agricultor es más que un productor de alimentos. Es productor, ya es transformador a través de las cooperativas, y comercializador. Además a la agricultura le pedimos no solo que no degrade el medio, sino que lo conserve. Que seamos cada vez más eficientes y necesitemos menos gente para producir lo mismo o más no significa que la actividad no sea necesaria.

Si no hay materia prima no habrá industria transformadora y la cadena empezará a romperse. La producción de alimentos es un sector estratégico, un país no puede renunciar a producir una parte importante de sus alimentos, ni se puede empecinar en producir aquello para lo que no tienen ventaja adaptativa porque puede crear tensiones en la economía. Un 80% de los alimentos tienen que ser producción propia. En ese sentido la agricultura cumple su papel, y en época de crisis más, volvemos a nuestra madre tierra.