TUtna filósofa siempre de actualidad, Mafalda, dice que "los locos a veces se curan, pero los imbéciles nunca". En esa misma línea, añade que "un día me dijeron que en el mundo hay muchos idiotas, pero nunca pensé que todos me los tendría que encontrar yo", muy similar a esa otra leyenda popular que asegura que "el mundo está lleno de idiotas distribuidos estratégicamente para que te encuentres al menos uno al día". Einstein también estaba en el ajo: "Solo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y no estoy tan seguro de la primera". Como Woody Allen: "La ventaja de ser inteligente es que se puede fingir ser imbécil, mientras que al revés es imposible". Un ejemplo: hay gente con tan mala educación que cuando les preguntas cómo están, van y te lo cuentan. Es el idiota urbano, el imbécil posmoderno, el estúpido autosuficiente, el bobalicón ignorante pero sobradamente preparado para contaminarte el virus de la tontuna.

Ahora, en verano, surgen por todas partes, te rodean, se acercan, te acribillan a preguntas, entre sonrisas y sarcasmos, asidos de una bondad impostada, de una simpatía criminal que asusta. Preguntas que dan miedo, tiritones, picores y retortijones. ¿Qué tal el verano? Ha llegado un poco tarde, ¿verdad? Pero hace más calor que nunca, ¿no es así? ¿A que julio es más caluroso que agosto? Y, luego, llega el momento de pánico que ríete tú de las gemelitas del Resplandor: ¿Cuándo te vas de vacaciones? Y, por reiterar en su maldad, ¿Qué vas a hacer, a donde irás? En ese instante sabes que todo lo que conocías como tu mundo de paz interior, tu soledad iluminadora, tu ataque de permanente cacoquimia y melancolía extrema, te envolverá en una nebulosa apocalíptica. Porque, tras preguntas incoloras, inodoras e indoloras, o sea, vaguedades a tutiplén, llega el momento de la verdad, el momento supremo de tener que responder con cierta incoherencia pero suficiente educación y ante la atenta mirada y purgante sonrisa de un sujeto que, digas lo que digas, ya decidió tu condenación.

Pero, mientras pensamos en la respuesta y en su sonrisa que como cuchillos afilados espera a arruinarnos el verano, regresamos a Mafalda y a una de sus amigas cuando, contundente, sentencia que "-es lógico suponer que también yo puedo no gustarle a un montón de imbéciles, ¿no?"