Además de Talavante, Israel Lancho es un torero especialmente querido por los aficionados de Badajoz. Nadie le ha regalado nada y su carrera taurina no ha sido, precisamente, una camino de rosas. Pero sin un mal gesto, sin un reproche, él eligio el camino del esfuerzo, la opción de la perseverancia. Ayer obtuvo su recompensa.

Fue el suyo un triunfo a ley, que se cimentó en su sinceridad, porque tiró de las virtudes que le adornan: el valor, la solvencia técnica y el aguante cuando la embestida de los toros se ha agotado. Las tres orejas que paseó fueron justas.

El toro de la alternativa se llamó Visitador , lucía el número 10, de capa castaño girón. Era un dije por bonito y serio, pues era veleto. Pero estaba muy bien hecho. Era el toro soñado.

Ya en el capote cantó su clase y el torero mostró sus ganas, porque lo recibió con unas verónicas mecidas y lentas. Se le picó justo y bien, y Lancho sorprendió con un bello quite por saltilleras, con el capote a la espalda como si fueran manoletinas.

En la muleta el toro de Juan Albarrán tuvo muy buen son e Israel le llevó varias veces en redondo por el pitón derecho, muy baja la mano y muy ligadas las series. Bajó un punto la faena al natural y, cuando el animal se vino a menos, se dio el torero un arrimón personalísimo, con circulares ligados por ambos pitones y desplantes que se vivieron intensamente en los tendidos. Fue soberbia la estocada y paseó el nuevo matador dos orejas.

El resto de la corrida tuvo sus más y sus menos. Hubo otro toro muy bueno, que fue el tercero, primero de Rivera Ordóñez, otro manejable, muy a menos porque se empleó en el caballo, que fue el sexto, y el resto bajaron.

A ese sexto, Israel Lancho le cortó otro apéndice. Le hizo un quite por chicuelinas muy ajustadas e inició la faena desde los medios con pases cambiados por la espalda, que alternó con otros de pecho. Siguió con una serie en redondo por abajo y el astado se le paró. No hizo esa circunstancia mella en el torero, porque nuevamente acortó distancias, algo de lo que gusta, y resultó inverosímil el terreno que pisó.

Rivera Ordóñez tuvo el otro toro bueno, que se rompió en demasía en el caballo, el cual tuvo mucha clase en la muleta. Las tomaba por abajo con suavidad y la faena fue pulcra pero de poco ajuste. Le llevó bien Rivera en redondo por ambos pitones, pero la emoción no afloró. Paseó un trofeo que le concedió un público cariñoso.

El lote de El Cordobés fue el peor. En él entró un primero reservón en el capote, que llegó con genio al último tercio, áspero y sin humillar, con el que tuvo la virtud de mostrarlo al público. Y el cuarto, mal picado, se le colaba con reiteración, tampoco humillaba ni se desplazaba. Se puso también pero nada pudo hacer.