Tan riguroso como es, el concejal de Urbanismo, Celestino Rodolfo, suele aclarar cuando surge alguna referencia, que en los ayuntamientos el periodo por el que una corporación es elegida no se denomina legislatura pues, literalmente, las administraciones locales no legislan. Aun así, el plazo de 4 años entre la celebración de elecciones municipales es conocido por el común de los votantes como legislatura y, sea correcto o no, la actual parece ya perdida en el Ayuntamiento de Badajoz, en cuanto a posibilidades de entendimiento entre todos los grupos municipales para acordar actuaciones e idear soluciones que la ciudad demanda.

Han pasado casi dos años desde la última cita en las urnas. La fantasía inicial de que se abría por delante una legislatura interesante, por el imprescindible diálogo entre los grupos políticos para sacar adelante acuerdos debido al nuevo reparto de fuerzas, en el que el PP perdía la mayoría absoluta, se ha ido desvaneciendo a pasos agigantados. En su discurso de investidura, Francisco Javier Fragoso, se refirió a esta necesidad de diálogo obligado. El rumbo parecía marcado al inicio del viaje: Ciudadanos permitió que fuese alcalde el candidato del PP con su abstención y con sus dos votos salió adelante el primer presupuesto municipal de la legislatura. En temas de trascendencia como la tramitación del Dusi o la activación del párking de Conquistadores el acuerdo fue unánime; pero para de contar, porque han ido sumando más desencuentros que puntos en común.

Tanto se han avinagrado las relaciones que en estos momentos ya parecen irreconducibles y la sensación que se tiene es que la ciudad avanza por inercia, la administración tiene sus trámites marcados y los trabajadores municipales hacen su función. Cuando depende de una decisión de la corporación o genera polémica, la solución se retarda. Un ejemplo: las negociaciones para las jornadas extraordinarias de la Policía Local, que según la concejala de Recursos Humanos, Beatriz Villalba, siguen su curso, pero de las que se desconoce si se están traduciendo en principios de acuerdo. Otro caso: el pliego de condiciones para la instalación de leds en el alumbrado público con el proyecto Jessica, que el tribunal de la competencia echó para atrás y que sigue en trámites.

Si dar un paso adelante depende de que todos los grupos políticos se pongan de acuerdo, el futuro es incierto. El barco sigue adelante sólo si la ruta ya está previamente marcada. Igual que cada tarde el sol se esconde en el Guadiana tiñendo de naranja el horizonte, las ferias se siguen celebrando en Ifeba, se reúne el consorcio del teatro López de Ayala, se abre el plazo de matrícula de las Escuelas Municipales de Música, se prepara el programa de La Noche En Blanco, se publican las bases del cartel de la Feria de San Juan, se resuelven ayudas, se convocan las plazas del Plan de Empleo Social o se conceden licencias de obra. Pero algo tan aparentemente nimio como acogerse a una subvención para instalar placas solares en los cementerios de los poblados no se aprobó porque el anterior tándem de la oposición no apoyó la modificación presupuestaria mientras no se negociase un nuevo presupuesto. Ahora, con los cambios en el grupo de Ciudadanos la travesía se complica: el diálogo entre la oposición se desbarata, se descolocan los compañeros de viaje y el PP se plantea una nueva singladura. El problema es que ninguno, ni de una ni de otra bancada, mira a los de enfrente. Todos tiran y ninguno afloja. Enfrentados por agarrar el timón, no se dan cuenta de que todos van en la misma nave.