Aunque ganas no nos falten a veces de liarnos a tortas con alguien, hay que saber respirar hondo y contenerse, porque no es civilizado ni educado hacer uso de la violencia, aunque relaje. Es sabido por todos que eso es algo injustificado y además no sabemos la que se nos puede caer encima si después de soltar el guantazo uno descubre que la víctima en cuestión era una autoridad. Eso es lo que le ha pasado a un pacense, que enojado o enajenado, no se sabe aún, se lió a golpes con el concejal del Servicio de Limpieza, Antonio Avila, y desde entonces, hace casi un año, está en el trullo. Lo que podría haber sido una falta o un delito de lesiones si paga su mal día con el vecino se convirtió en un delito de atentado contra la autoridad pública, por el que tiene una condena de 4 años de cárcel, ¡casi ná!.

Es cierto que un concejal o un alcalde es un representante del pueblo, y eso de la soberanía popular tiene un gran peso, aunque muchos paisanos lo desconozcan, pero, con todos mis respetos y comprensión hacia Antonio Avila, me parece una exageración, aunque sea la pena mínima que dicta la ley para estos casos. Sirva de aviso a navegantes por si a alguien se le ocurre.