Detener el tiempo es una misión imposible, pero no lo es detener los efectos que causa el paso de cronos por la materia. Esta labor sólo puede ser desempeñada por unos pocos, como las cinco restauradoras, que armadas de un instrumental más relacionado con la microcirujía que con el arte, intentan devolver el esplendor que hace casi tres siglos lució el Retablo Mayor de la Catedral Metropolitana de Badajoz, uno de los grandes e importantes de la retablística extremeña.

Combatir la acción de generaciones y generaciones de hongos, insectos y humanos, es una tarea que además de conocimientos de historia, arte o química, requiere amplias dosis de paciencia, habilidad manual, destreza y equilibrio sobre un andamio.

Este equipo, contratado por la empresa Teckne, trabaja desde la pasada primavera en la catedral pacense bajo la atenta mirada de San Juan, San Pedro, San Pablo, y otros santos.

La restauración de una obra de tal dimensión se va realizando por etapas, dependiendo de la ubicación del andamio. "Se preparó una plataforma para restaurar la bóveda y de forma paralela se ha trabajado tanto en la pintura mural como en la parte superior del retablo. Ahora, aprovechando la ubicación del andamio trataremos los paramentos", según Ana Galán, una de las restauradoras del equipo.

En este trabajo "todo tiene su pequeña complicación y su proceso de elaboración, porque aunque se hacen analíticas, hasta que no te enfrentas en el andamio a cada parte no sabes cómo va a ser todo el proceso, puede haber sorpresas".

Hasta el momento se han limpiado y fijado las pinturas murales que se encuentran en la bóveda del presbiterio, realizadas al óleo y con temple, "una labor muy cuidadosa y lenta que requiere precisión". Para ello se emplean instrumentos y productos específicos, como bisturís o isopos con disolventes. "No existe un producto estrella para hacer todo o un bote de disolvente único, vamos haciendo pequeñas pruebas en cada elemento", subrayó.

La primera intervención es preventiva, con el fin de detener el deterioro, para después abordar la restauración, "que es una tarea más de lectura".

Interpretar

En ocasiones, suele verse al restaurador con el pincel trabajando, algo que puede llevar a equívoco, ya que "no reinterpreta o inventa, no se hace otra pintura sino que se favorece la lectura para que se pueda entender, tratando la pérdida de policromía", según Ana Galán, quien recordó que siempre hay que documentarse sobre la obra.

Conocer la fecha de finalización de esta restauración, cofinanciada por Caja Badajoz y la Junta, no es fácil. Los restauradores sólo saben de un tiempo, el que pasa por sus manos en cada momento, en este caso de 1715, el año en el que Ginés López labró este retablo, y de 1722, cuando fue dorado por Manuel de los Reyes.