No era el 8 de marzo pero se le parecía. Estamos en primavera y sin embargo, la niebla es espesa y la humedad cala. Un año después vuelvo al centro penitenciario a visitar el módulo de mujeres. Y celebraremos con ellas una jornada de encuentro. Si antes fue la violencia, éste será sobre la educación de lo que hablaremos y sobre lo que compartiremos experiencias: La educación como salida. Como llave. Palabras mágicas en este ámbito. Nos abre la puerta, entramos respetuosas, cohibidas vamos recorriendo pasillos que friegan los internos.

Nos asomamos a un aula donde la maestra recoge sus papeles. Levanta los ojos y sonríe; fue profesora de un colegio peculiar, difícil, pero la cárcel es otra cosa. Cada jornada es un nuevo reto. Buscan vericuetos para llegar a ellos, despertar su interés. Incluso renuncian al pitillo en el patio. Su cara refleja satisfacción, pasión por enseñar. Los funcionarios se ocupan de que los internos hagan los deberes, buscan e inventan actividades que les hagan felices, un invernadero para proteger de las heladas las plantas que ellos muestran orgullosos. En el aula de informática, llena, se esfuerzan, mordiéndose la lengua, algunos por entender, otros ya trabajan con fluidez los textos preparados por los voluntarios. Estos son voluntarios que regalan su tiempo. Su saber y su apoyo en esas horas enclaustradas. Las mujeres esperan ordenadas, sentadas, muy juntas.

La educación redime sus penas. Lleva escondida como dentro de un pan, como en un plan para perpetrar una huida, una lima para roer barrotes La cárcel física es obvia, y solo podrán salir de ella cumpliendo su tiempo, pero esa lima es efectiva para salir de la otra prisión, la que está en su cabeza, con los barrotes aún más férreos que los que efectivamente suenan fríos, chocan al cerrarse, estremeciendo su sueño cada noche . Mujeres que escuchan a mujeres con ganas de saber y también de distraer la mente y llevarla lejos, fuera, huyendo. Les contamos cómo la educación nos llevó a un lugar aparentemente seguro. Cómo los libros, el colegio, la universidad, nos dieron fuerza, autoestima, seguridad para buscar nuestro sitio, para resistir los embates, un techo donde cobijarnos. Vidas que se ilustran con un libro abierto como una tienda de campaña. Acogiéndonos.

Se lo mostramos, para que se acerquen sin miedo, ofreciéndolo como un regalo, un escalón sobre el que alzarse para ver mejor lo que pasa fuera, Y para subir, alzándose sobre ellas mismas, pisoteando los errores y el pasado, y poder saltar así a la vida real fuertes, renacidas. Una de ellas habla de su sueño de ser peluquera y presume de unos hijos estudiosos, sin diferencias con sus hijas pese a la ley gitana. Otra ha encontrado en el teatro una forma de felicidad inesperada. Se transforma en personajes distintos que son libres, que ríen o vencen en las batallas. Le recuerdo al Conde de Montecristo. Ríen. La llaman Yerma.

Dos brasileñas sueñan con recuperar sus estudios de Farmacia que dejaron en su país. Otra simplemente se iría muy muy lejos. Durante toda la mañana han ido perfilándose parejas de viaje, la educación y la libertad, la huida, la construcción de una vida nueva, salir, volar el exterior. Y concluimos que es la ruta a seguir, la alfombra mágica que transporta a lugares soñados. Está en sus manos. Ya en camino .