Todos los que tenemos niños en colegios públicos de Badajoz las conocemos. Son parte de la comunidad educativa de la ciudad y se encargan de una labor tan importante como la de profesores, porteros, conserjes o padres: la de tener a punto el centro para cuando abre sus puertas al día siguiente.

Trabajan normalmente por la tarde, cuando los colegios comienzan a quedarse vacíos. Y muchas veces llegan a asumir prácticamente la responsabilidad del centro. De hecho, en muchas ocasiones hay que recurrir a las limpiadoras de los colegios para que abran o cierren alguna de las dependencias, permitiendo así el desarrollo normal de ciertas actividades que puntualmente se organizan en los centros.

La mayoría de ellas llevan muchos años trabajando en los colegios de Badajoz y ahora, tras la quiebra de la empresa que las contrató, se veían en la calle.

Por eso han defendido con uñas y dientes su puesto de trabajo. Y lo han hecho donde debían: ante las puertas del ayuntamiento, porque la limpieza de los colegios es un servicio municipal.

Posiblemente las trabajadoras debían haber alertado antes de su difícil situación laboral, y sin duda la empresa Huarbec es la principal responsable de este fiasco, pero el equipo de gobierno municipal no puede eludir su responsabilidad.¿Cómo es posible que el ayuntamiento no haya estado al tanto de lo que se cuece en un servicio municipal? Podría, incluso, darse el caso de que esa falta de control repercuta en el bolsillo de todos los ciudadanos. Pero no es el momento de buscar culpables ni salvadores. Afortunadamente la situación laboral de las limpiadoras parece que se va a arreglar. Pero hay que aprender de los errores. Ni el ayuntamiento puede desentenderse de un servicio municipal, por mucho que haya cedido la gestión a una empresa privada, ni los sindicatos debieron consentir el silencio laboral hasta el último momento.