Tengo un amigo que hace más de dos años, allá por febrero del 2016, dejó lo que estaba haciendo y se acercó a la sede de la concejalía de Medio Ambiente, en el parque de Castelar, para apuntarse en una lista como demandante de gansos, que por entonces sumaban ya más de un centenar en el paseo del río y cuya proliferación empezaba a cuestionarse, aunque aún en tono de sorna. Mi amigo se incorporó a un listado, dice que elaborado al efecto, sin pedir un número concreto de aves, pero sí ofreciéndose a acogerlos. Aportó su nombre y número de teléfono y, a partir de ahí, nunca más supo qué ocurrió, porque aún nadie lo ha llamado. Mi amigo -que yo sepa- no pertenece a SEOBirdLife, ni es biólogo, ni mucho menos ornitólogo, ni tiene relación con el Colegio Oficial de Veterinarios, ni con la dirección general de Medio Ambiente de la Junta de Extremadura, tampoco con el servicio regional de Sanidad Animal, ni con la concejalía de Medio Ambiente, ni con el grupo municipal de Ciudadanos. Mi amigo lo que tiene es una parcela y ofreció su humilde terreno para que algunas de las ocas que empezaban a resultar molestas en la margen derecha del Guadiana pudieran tener un destino cierto.

Mi amigo tenía claras cuáles serían sus obligaciones en caso de convertirse en receptor de estos palmípedos y no veía ningún riesgo ni peligro alguno en que los gansos se trasladasen del lugar donde sobran a un sitio en el que su dueño se encargaría tanto de su control sanitario y veterinario como de su mantenimiento. Nada más y nada menos que lo que hacen los propietarios de perros y gatos, que costean sus vacunas y medicación, o los que tienen gallinas o patos, pavos reales o faisanes pululando por el entorno de sus chalés.

Mi amigo estaba dispuesto a encargarse del transporte y de garantizar la seguridad sanitaria en el traslado. Asegura que la lista en la que él se apuntó había más interesados en llevarse estas aves. El ayuntamiento no ha informado de cuántos voluntarios se han sumado a la causa gansa. Si cada uno estaba dispuesto a hacerse cargo de una pareja o un trío, podrían ser adoptados unas cuantos ejemplares, una cantidad que seguramente hace dos años colmaba las necesidades de control que la población de ánades de aquel momento requería. Posteriormente y de forma pública, el alcalde de Don Benito también se ofreció a llevarse varias docenas para repoblar un lago en su pueblo, de donde el vecindario se había ido apoderando de los patos originarios hasta dejarlo desolado. A este ofrecimiento se sumó la asociación Adana que, a través de este diario, propuso trasladar un centenar de gansos a un santuario de animales en Alicante, donde ya habían confirmado que serían bien recibidos. Todas estas posibilidades estaban sobre la mesa, aunque nadie de los que toman decisiones daba el paso adelante para que el traslado pudiera hacerse. Más de dos años lleva mi amigo en la lista de Amigos de los Gansos y no lo han llamado para preguntarle cuántos ejemplares está dispuesto a adoptar . Entre tanto, se han barajado otras opciones, desde convertirlos en paté hasta sacrificarlos para que sirvan de alimento a los animales salvajes que se recuperan en un centro público especializado en fauna protegida. Ayuntamiento y Junta nunca habían mencionado que iban a estudiar las peticiones de acogida para valorar si eran posibles. Es ahora cuando se han puesto de acuerdo en sopesar esta opción, analizar si es posible el traslado y en qué condiciones. Con la primavera nacerán nuevos polluelos, pero quienes mandan aún no han salido del cascarón.