Decía esta semana la hasta el viernes diputada de Cultura en la Diputación de Badajoz, Cristina Núñez, que el motivo de su traslado a la Delegación del Gobierno de Extremadura para que su puesto sea ocupado por el portavoz municipal del PSOE en el Ayuntamiento pacense, Ricardo Cabezas, es que había «llegado el momento» que permitía esta traslación, debido al cambio del inquilino en la Moncloa.

Con esta explicación nos hemos quedado sin saber las verdaderas causas de esta decisión, pues la diputada, más que aclarar o explicar, lo único que ha hecho es constatar que cuando se sustituyen las siglas al frente de un gobierno, muchos de los que están bajo el nuevo paraguas aguardan esperanzados pasar a mejor vida, no sé si denominarla laboral o profesional, pues en muchas ocasiones los nuevos cometidos poco tienen que ver con la formación y experiencia del susodicho, sino más bien con su fidelidad demostrada al partido.

La ya exdiputada provincial ni siquiera sabe cuál va a ser su cometido en la Delegación del Gobierno. «Asesora», rezará en su tarjeta de visita, un término tan amplio que no requiere un currículo específico. Poca ilusión puede hacerle a alguien un nuevo destino cuando desconoce a qué va a dedicarse, a no ser que sus aspiraciones sean otras. Tal vez no le haya quedado más remedio que someterse a la decisión de quienes llevan las riendas del partido y estudian meticulosamente cada movimiento de sus candidatos. En este caso, el traslado más bien ha venido determinado por quién la releva en su puesto. Ya se había cuchicheado a principios de la legislatura que Cabezas iría a la diputación, concretamente al área de Cultura. Demasiado ha esperado. En principio, la lectura más simple es que el candidato a la alcaldía por el PSOE necesita un puesto de trabajo remunerado que le permita al mismo tiempo una proyección pública.

Como profesor de las escuelas municipales de música de San Vicente de Alcántara, se ve obligado a viajar a diario a este municipio todas las tardes del curso escolar. Es su principal fuente de ingresos, pues los concejales de la oposición no gozan de la más mínima liberación, aunque cobran por asistencia a plenos y comisiones. Un candidato a la alcaldía que se precie necesita dejarse ver en la ciudad en la que se va a postular y las elecciones municipales están a la vuelta de la esquina. Todo hace pensar que Núñez ha sido la víctima de la operación. Bendita víctima, aunque aún no sepa de qué va a asesorar, pues sea lo que sea, su contribución se reflejará en la nómina.

El cambio de Gobierno en Madrid no ha traído demasiadas caras nuevas a los cargos en la región. Vuelven a ser más de los mismos. Desde este lado tenemos la impresión de lo mucho que les cuesta apearse a quienes se suben al carro de la carrera política. Si su partido acapara instituciones, casi siempre habrá un hueco para los que consiguieron un salvoconducto vitalicio el día en que se afiliaron.

Tomo prestada una frase de alguien sensato y comprometido que compartió en una red social: «Nunca he entendido la política como una profesión. Siempre la he considerado cargada de pasión y emoción. Al fin y al cabo, de las decisiones de los representantes públicos depende, en gran parte, la felicidad de los ciudadanos. Así que pasión, entrega, sentimiento y compromiso son elementos fundamentales de toda acción política». En una época en la que la figura de nuestros políticos está tan deteriorada, no estaría de más que supiesen cuál es su sitio y que tiene fecha de caducidad.