Estoy anonadado por los planes estatuarios del ayuntamiento. Prepárense los arqueólogos y los historiadores del Arte. Badajoz va a ser objeto de un programa iconográfico digno de las grandes capitales imperiales. Ni la Roma de Augusto, ni la Constantinopla de Justiniano vieron semejante invasión escultural en tan poco tiempo. Ni siquiera la Mérida de Agripa.

Lo de los conquistadores se veía venir. Buena tarjeta de visita, aunque no nos avergoncemos definitivamente de todo lo que hicieron, ante nuestros amigos sudamericanos. Pero lo de los bustos del puente de la Universidad puede ser inusitado. Aprecio mucho al alcalde y a su equipo, pero sus concepciones estéticas infunden espanto. Va a haber más estatuas que badajocenses. Si en el País Vasco o en Cataluña llenaran un puente de bustos de indígenas notables, alguien se llevaría las manos a la cabeza. Si son extremeños ilustres, la cosa cambia.

No quiero que el escultor de turno se ofenda, pero esto es un pelotazo escultórico.

Sólo recuerdo un ejemplo semejante. Está, o estaba, en Basora y su inspirador fue Saddam Husein. Erigió en el paseo fluvial una larguísima fila de estatuas de bronce, supuestas víctimas de Irán. Todos apuntaban con el dedo al cercano país. Al menos las nuestras no tendrán brazos. Por eso son lo que son.