Ha caído sobre Olivenza una manta de agua y otra de municipales. Ambas, plagas mortíferas. Para la una traía paraguas, para la segunda paciencia. Antes, lo de aparcar era sencillo. Llegando pronto aparcabas cerca de la plaza de toros. Ahora da igual a qué hora llegues, no aparcas. Tomado todo el centro, plagado de cintas que impiden aparcar donde hasta ayer era aún posible, hoy resulta imposible salvo que seas pariente, jerarca, amigo o beneficiario de alguna canonjía. Acabas en el sembrado, embarrado tú, embarrado el coche. Nada más triste que ir a los toros con los zapatos embarrados.

Paso por la carpa. Especial A Portagayola. La cuadrilla en forma; Eduardo Molina y Jesús Reynolds cantándole al dios Toro. Charlo con el maestro Luis Reina, padre, madre, ama de cría, pecho nutricio de la más desbordante generación de toreros extremeños. Con él, de la mano, del espíritu, Antonio Medina, último vástago de la encina extremeña. Mañana sábado, hoy para ustedes lectores, se presenta con caballos. Atrás queda la Escuela del Patronato, ahora toca volar en libertad, pero las enseñanzas quedan. Antonio Medina, anoten en su agenda.

Malamente, bajo el aguacero, llego al Mayla. Cita obligada con la buena mesa. Por aquí gente conocida. El torero Ambel Posada con otro torero, Nacho Moreno de Terry. Jóvenes, luminosos. En el comedor, los más jóvenes. Aquí pintan canas. Blancas melenas tras el cetro de Noni Buzo. Alguna se me antoja cegadora. Estoy por preguntarle a la mollera que cubre qué champú usa. Vendedoras de pulseras atosigan a vejestorios con hembra de ocasión. A mí me ven escribiendo estas líneas en el portátil, solo, y me indultan de darme tabarra alguna. La exposición de Alfonso Rey este año luce aquí, después de muchos años en Arteaga. Al fondo una de colombianos, a mi derecha una pareja que chamulla en catalán. En el ruido del jolgorio no les entiendo. Repiten la palabra Morante y la palabra butifarra. Palabra. Más butifarra, pero Morante també. Desde que saqué el portátil me miran raro. Algo oigo de una noia. Molt bé. Y me emociono. El toro, la vieja piel de toro que a todos nos une. Al irse se despiden en castellano de los de la otra mesa. Están en el AC y tienen entrada de contrabarrera. Sombra, por supuesto. Catalanes que tienen que exiliarse para ver toros. A veces no valoramos con el debido respeto esa entraña española por la que corren ramblas de pasión taurina.

Miro el móvil. Estoy esperando mensaje de los de Vitoria. Tengo conmigo sus abonos. Javier Solís me deja un mensaje en redes. ¡Qué torerazo! Si alguno de los nuestros ha tenido tan buena jugada como mala suerte, ese ha sido Javier. Sigue lloviendo. Pero le tengo más miedo al frío. La máquina predice lluvia al cuarenta por ciento para las cinco y media. Los toros ya no son a las cinco ni en invierno. La culpa de Franco. La merluza excepcional. Merluza, no pescadilla. De segundo me pido un entrecot de ternera blanca como para dos. En su punto, sabroso, delicado, inteligente. Si se suspende por lo menos he comido como un soberano. Óscar Chopera pasa delante de mí camino del mingitorio. Dicen que ahora ni Domínguez ni Cutiño, que el que manda aquí es Chopera. Escondido como estoy no sé con quién come. De lo que estoy seguro es que habrá comido bien.

Pido la cuenta. Aparece Antonio Gómez. Simpático. ¿De qué hablamos? De la lluvia. De la celestial, no de la municipal, no hablamos siquiera del parking. Hoy tocan toros, toreros, y santo y seña: ¡al lío! Dos mexicanos y un inglés. Jaime Albarrán, por esta vez a pie, se despide. Queda poco para que “Académico”, un utrero del Parralejo, descerraje la feria. Miro mi Plasencia Reserva 1898, aún no sé si rendirá servicio hoy. Alegría, si no es hoy, será mañana.

P.D. Sale Cutiño con el otro Chopera. Blanco y en botella.