Con eso de que somos una ciudad fronteriza cuyo principal sector económico es el comercio y que no hay sólo que aprovechar sino incentivar el tirón de la clientela portuguesa, la Navidad en Badajoz empieza en noviembre, que es cuando se encienden las luces que adornan las calles, aunque este año el ayuntamiento haya esperado al último día para cuadrar el calendario. La explicación que siempre da el alcalde, Francisco Javier Fragoso, para justificar que tan pronto se accione el interruptor y se anticipen los brillantes adornos navideños es que los portugueses no entregan sus regalos coincidiendo con la festividad de los Reyes Magos, el 6 de enero, sino que los adelantan al día de Navidad, por lo que también anticipan sus compras. Tener encendidas las zonas comerciales es una forma de darles la bienvenida y expresarles que los tenemos en cuenta. Por el interés te quiero Andrés, pero más vale tarde y por motivos económicos, que de una vez volvamos la vista con los brazos abiertos al país vecino, siempre dispuesto a un acercamiento.

Es verdad que con las manifestaciones culturales, las tradiciones y los intereses comerciales está ocurriendo que tanto se anticipan las celebraciones que se solapan unas fiestas con otras e impiden disfrutar de la esencia del momento cuando realmente se está produciendo. Sin ir más lejos, el mismo día que la concejala de Cultura, Paloma Morcillo, desgranaba el programa de la Navidad, que oficialmente empezó el jueves, 30 de noviembre, el concejal de Ferias y Fiestas, Miguel Ángel Rodríguez de la Calle, presentaba el cartel anunciador del próximo Carnaval, que se celebra a principios de febrero. Pasamos del Carnaval a la Navidad en apenas media hora. Los plazos están tan ajustados y se han adelantado tanto que prácticamente no ha comenzado una celebración cuando ya se está preparando la siguiente y hasta la que viene después. Tal es el encaje de las convocatorias festivas, que los protagonistas se mezclan. Ya hay comparsas que se disfrazan de papá noeles para bailar en la plaza de Minayo la víspera de la Nochebuena y hasta una murga que canta villancicos solidarios acompañada de la banda de una cofradía.

Que Badajoz encienda sus luces el 30 de noviembre, un día antes de la fecha que la religión católica marca como el inicio del Adviento, no puede ser recibido con un reproche. La ciudad se engalana con adornos que no envidian a los de otras urbes de mayor tamaño y mejor posición y, aunque es cierto que la mayoría de la iluminación se concentra en el centro y en el Casco Antiguo, cobra sentido si lo que se prima es el interés comercial y turístico, pues es la zona que atrae más visitantes. A todos nos gustaría que la Navidad pasase por nuestras calles en forma de luces, pero resultaría inabarcable para las arcas municipales. Sólo el consumo eléctrico cuesta 120 euros diarios y eso que con las leds se ahorra. Siempre se puede aspirar a más, pero las luces también se tienen que tener a la hora de poner límites al gasto público. La Navidad ha llegado para quedarse hasta el 6 de enero. Se retirarán sus adornos de las calles para sustituirlos por los del Carnaval. Murgas y comparsas llevan meses organizándose para una nueva edición y muchos de sus integrantes tendrán que compaginar los preparativos con las reuniones de hermandades y cofradías, porque la Semana Santa estará a la vuelta de la esquina. Villancicos, turrones, comidas de amigos, disfraces, percusión, turutas, procesiones, túnicas y saetas marcan el ritmo sin que la ciudad pueda permitirse perder el compás.