TLta historia de la madre que, aprovechando la más mínima oportunidad, se ha llevado a sus cuatro hijos del Centro de Acogida de Menores Ana Bolaños de Olivenza, me ha conmovido.

Aunque no es la primera vez, ni desgraciadamente será la última, que hemos visto fugas o raptos de los centros de acogida, en esta ocasión la historia de S.F. de 28 años --que son los únicos datos oficiales que han trascendido de ella-- me ha hecho pensar --supongo que desde que soy madre veo, en casos como este, un poco más allá del simple titular-- sobre las dramáticas circunstancias que han debido envolver su vida.

Es evidente que en esta historia hay un error del sistema de protección de menores de la Junta, puesto que no evaluaron correctamente la concesión del permiso que permitía a una madre ver a solas a sus hijos; pero también hay una historia humana. La historia de una mujer que a los 21 años tuvo el primero de sus cuatro hijos y que, sabe Dios por qué tristes circunstancias, se vio obligada a separarse de ellos y dejar que fuera la administración y una familia de adopción quienes se hicieran cargo de sus vidas.

Seguro que cuando se tomó esa decisión los niños estaban mejor en el centro de acogida que con su madre. Pero no es menos cierto que la madre corrigió su comportamiento hasta el punto de conseguir la autorización para ver a sus hijos sin vigilancia. Incluso resulta fácil pensar que los niños no pusieron resistencia a los planes de fuga de su progenitora. Por eso quiero imaginar que las semanas en las que han estado juntos han sido una familia feliz. Quiero pensar que la decisión de S. F. de raptar a sus hijos fue fruto del amor que siente hacia ellos. Y también quiero creer, por último, que las autoridades competentes en esta historia tendrán en cuenta todas las circunstancias, para que las consecuencias de esta lamentable situación no sean aún más graves que el propio hecho delictivo.