Maricarmen acude cada quince días a la sede de la Asociación Pro Vida, en la calle Afligidos, en el corazón del casco antiguo. Viene andando desde Las Moreras, atravesando el puente con su hijo en el carro. El paseo merece la pena porque es la única forma de conseguir leche maternizada y algunos pañales, que tanto gasto suponen, sobre todo en una familia donde hay cuatro niños y el marido está en paro.

La Asociación Pro Vida intenta, dentro de sus posibilidades, paliar situaciones que protagonizan madres sin recursos. Esta asociación ofrece ayuda material, sanitaria, psicológica y jurídica a mujeres embarazadas o con hijos a su cargo. Atiende a una media de 50 madres. En su mayoría las mujeres que acuden tienen entre 25 y 30 años y sus necesidades son muy dispares.

Algunas vienen de familias desestructuradas, con parejas con problemas o madres solteras. Aquí se les apoya psicológicamente si están solas, se acude con ellas al ginecólogo, se les busca un lugar donde vivir, y cuando el niño nace, hasta el año, se les da leche y pañales.

Pero los recursos de la asociación son escasos, según cuenta su presidenta, Pilar Alfaro. El ayuntamiento aporta algo, también la diputación, el Banco de Alimentos y lo que pueden los socios.