La corrida de rejones de Fermín Bohórquez que abrió la Feria de San Juan dio muy pocas opciones al lucimiento por lo desarazada que resultó. Saltaban uno y otro animal al ruedo para tras varias carreras con desgana, mirar con descaro a los tableros. Por ello la lidia, salvo la del sexto, fue en todo momento muy complicada.

Los rejoneadores, especialmente Hermoso de Mendoza con un lote deslucido, estuvieron por encima. En el ambiente estaba la competencia del navarro y del sevillano Ventura, la cual existió, cada uno con sus armas: las de Hermoso de Mendoza son no renunciar a su acusado clasicismo, a su toreo a caballo en el que jamás hay guiños de cara a la galería, a la belleza que brota de la sobriedad, a las preparaciones muy brillantes, al clavar con ajuste, a los remates templados; las de Ventura son la conexión con los tendidos, la espectacularidad, el pisar también terrenos comprometidos. Los dos estuvieron bien pero mejor el navarro.

El primero de Hermoso fue de acusada mansedumbre. Pudo ligar en varios pares, a partir de las preparaciones corriendo al toro en las cercanías de las tablas, clavando con ajuste y rematando con brillantez. Paseo una oreja a ley. El quinto fue más de lo mismo. Allí, donde quiso el toro de Bohórquez le plantó cara Hermoso de Mendoza y llegando mucho clavó banderillas muy meritorias porque todo lo tuvo que hacer él. El público entendió su labor y le premió con dos orejas.

Ventura tuvo un primer astado muy parado, porque era reservón y esperaba al caballero. En una de esas hirió a su caballo Ginés y su lidia transcurrió sin gran brillantez. No acertó con el rejón de muerte y fue silenciado. El sexto fue el más potable del encierro. Manso también, sin embargo aguantó toda su lidia en los medios. Esa faena fue espectacular en diversas fases. Ventura pisaba terrenos complicados porque se arrancaba en corto y llegaba mucho, especialmente sobre Silvetí, y después sobre Morante, el caballo de las dentelladas al toro.

El primero de Fermín Bohórquez fue manejable pero le faltó un último tranco que hiciera lucir las reuniones. Fue por tanto una faena a menos porque no estuvo acertado el jerezano en los pares a dos manos. El cuarto fue un manso de libro. Qué mansedumbre no tendría que hubo que apuntillarlo cuando se echó porque renunció a la pelea.