Cada semana, Julio recibe en su domicilio la visita de una maestra que le ayuda a no desconectarse de la vida escolar. Allí, en su cuarto, repasan los temas que el resto de sus compañeros estudian en su clase del instituto Zurbarán. Luego hace los deberes y se prepara para superar los controles de evaluación.

Un tipo de migraña mantiene apartado del aula largas temporadas a este alumno de cuarto de la ESO, al igual que ya le ocurrió a su hermana. Por ello precisa de atención domiciliaria, un servicio que prestan las aulas hospitalarias existentes en el Hospital Infanta Cristina y en el Materno-Infantil de Badajoz. Estas aulas, dependientes de la Consejería de Educación, y que funcionan desde hace nueve años, atendieron en el pasado curso académico a 948 alumnos hospitalizados, 174 de Educación Infantil, 423 de Primaria y 351 de ESO. Pero también sus tres profesores enseñaron en los domicilios a una decena de niños convalecientes.

"Se presta atención domiciliaria cuando hay un certificado médico que indica que el niño tiene que estar más de un mes convaleciente en su casa, y es una atención restringida a la ciudad de Badajoz, para el resto de municipios la Junta concede unas ayudas para que la familia pueda contratar a un profesor", según explicó el coordinador de las aulas de Badajoz, Manuel Guillén.

"Acudimos al domicilio un máximo de tres veces por semana y siempre procuramos que sea a primera o última hora de la mañana para no interrumpir así el desarrollo de la actividad en el aula hospitalaria". El objetivo es "prestarle una atención curricular y un apoyo emocional, que no pierda los lazos afectivos con sus compañeros y su centro, en la medida que su patología lo permita", señaló.

El éxito de esta experiencia depende en gran medida de la coordinación existente entre el orientador y el tutor del colegio o instituto del alumno, el profesor del aula hospitalaria y la familia, según Carmen Conejero, profesora junto con Angeles Prieto del aula del Materno-Infantil. Carmen atiende a Julio desde el pasado año, cuando cursaba tercero de la ESO, y sostiene que "en Secundaria es fundamental la labor del coordinador". Ella mantiene contactos permanentes con el instituto Zurbarán y el tutor de Julio.

Hace cuatro años, Carmen atendió a una niña enferma de cáncer que ese curso pasaba al instituto y fue necesario hacer un programa de atención para prepararla. "Era una alumna brillantísima que estudiaba en Los Glacis, ya está en los últimos cursos de Bachillerato y siente inclinación por la veterinaria". También fue maestra durante un mes de una niña operada de cadera. Y es que las patologías de traumatología, oncología y psiquiatría son las más frecuentes entre los alumnos de atención domiciliaria, indica Manuel Guillén.

Un paréntesis

"A pesar de los esfuerzos no siempre se puede salvar el curso, aunque aquí no nos planteamos el resultado final, porque lo más importante para mí es apoyar moralmente al alumno, hacerle ver que nunca hay nada perdido y que su enfermedad es sólo un paréntesis", señala Carmen.

Los padres de Julio se encontraban bastante desesperados, confiesa Aurora, su madre, al ver que una migraña crónica impedía a su hijo asistir a clase con normalidad. "Estudiaba en un colegio concertado y no se portaron bien, no querían evaluarlo y le dieron las notas con un cero en cada asignatura, no tuvieron ninguna consideración, no nos creían porque era una enfermedad difícil de demostrar, hasta que tuvo un diagnóstico".

La atención domiciliaria "ha sido un alivio" para ellos, por ello Aurora se muestra agradecida con esta idea.