Continuamos con las memorias del general Marbot : "Al conocer la revolución de Aranjuez, el príncipe Murat , por lo común tan expansivo, se volvió sombrío, preocupado, y estuvo varios días sin dirigirnos la palabra a ninguno de nosotros. No hay duda de que, en su lugar, en medio de un país soliviantado, cualquier otro mariscal hubiera encontrado la tarea demasiado difícil. Pero la posición personal de Murat la hacía aún más complicada porque, viendo a tres de los hermanos del emperador con sendas coronas y al cuarto, Luciano , rechazar una, podía vanagloriarse de que la intención de Napoleón era entregarle el trono de España si la familia real abandonaba su patria y huía hacia América. Contemplaba con gran disgusto la proclamación de Fernando , en torno al cual se agruparía la nación española, que lo adoraba. Por este motivo Murat, tomando como excusa que Napoleón no le había ordenado reconocer la realeza de Fernando VII, continuó dándole en sus cartas el título de Príncipe de Asturias e hizo aconsejar a Carlos IV que protestara contra una abdicación que le había sido arrancada por medio del motín y la amenaza.

El anciano rey y la reina, a los que disgustaba el poder, escribieron a Napoleón quejándose amargamente de su hijo, del que presentaban su conducta en Aranjuez como una especie de parricidio lo que no estaba carente de base. Murat hizo su entrada en Madrid el 23 a la cabeza del cuerpo de ejército del mariscal Moncey . El nuevo rey había animado a la población a recibir cordialmente a las tropas de su amigo Napoleón. Fue obedecido inmediatamente y nosotros sólo vimos caras amables en medio de aquella multitud inmensa y curiosa, pero era fácil reconocer hasta qué punto llegaba su extrañeza por el aspecto de nuestros jóvenes soldados de infantería.

El efecto moral iba en nuestra contra, porque, comparando los anchos pechos y los miembros robustos de los españoles que nos rodeaban con nuestros infantes enclenques, mi amor propio nacional se sintió humillado y, sin prever la mala opinión que los españoles iban a concebir de nuestras tropas, deploré vivamente que el emperador no hubiera enviado a la península a alguno de los viejos cuerpos del ejército de Alemania".