Por fin el mariscal Soult obtuvo permiso de París para iniciar operaciones en Extremadura, pretextando la presencia en esta zona de un ejército español al mando del marqués de la Romana. Era la oportunidad para asediar e intentar tomar la plaza de Badajoz, antes de que el generalísimo Wellington decidiera iniciar una ofensiva general, desde sus bases portuguesas, en dirección a España. El mariscal francés temía el ataque, porque disponía de pocos hombres.

El 2 de enero de 1811 el duque de Dalmacia comenzó su ofensiva sobre Extremadura y el día 11 comenzaba el asedio de Olivenza. Su plan era convertirla en parque de abastecimientos y hospital. El objetivo era Badajoz. Olivenza cayó el 23 de enero y tres días después comenzaba el asedio de nuestra ciudad, muy bien guarnecida y razonablemente artillada. Sus murallas estaban en buenas condiciones, aunque su organización no era idéntica a las de ahora. Y, además, la plaza se hallaba al mando del enérgico general Menacho. Los cronistas militares franceses se deshacen en elogios cuando hablan de este gaditano. Muy pocos generales españoles estuvieron, como él, a la altura de las circunstancias en aquella guerra calamitosa.

A pesar de los ruegos y de los lamentos de parte de la población, dispuesta a rendirse sin mayores explicaciones, colocó a cada uno en su sitio y se aprestó a cumplir con su deber, en espera del auxilio de La Romana. Su posición no era débil y, de llegar refuerzos bastantes, era superior a la del enemigo.