A lo mejor parece extravagante, pero Batalyaws, primero, y Badajoz, después, estuvieron muy ligados, en ciertas épocas, a la historia de Marruecos o, si lo prefieren, del Magreb. Porque, verán, desde el mismo momento de la fundación de la ciudad, no en el 875, sino entre 880 y 890, una de las mayores preocupaciones de los gobernantes de nuestra capital y de su alfoz fue evitar que los grupos de origen norteafricano, digamos moros, se hiciesen con su control, como ya había ocurrido con una gran parte de la actual Extremadura. Y con Mérida -tanto presumir de romanos, con tanto antepasado amazig-. Y la dinastía de los famosos aftasíes, tan celebrados, era de procedencia norteafricana y acabaron dominando al reino -poco lo airea el Ayuntamiento- y ocultando su origen haciéndose pasar por árabes. Y, sobre todo, entre 1094 y 1230, primero con la dinastía de los almorávides y luego con la de los almohades, Batalyaws fue parte de dos estados magrebíes. Si Hispanoamérica fue España, antes de su independencia, Batalyaws fue Marruecos.

¿Cuántos soldaditos extremeños y badajocenses lucharon en la Segunda Guerra de Africa por no tener dinero para pagar la cuota que los hubiera liberado del servicio militar?, ¿cuántos cayeron en Annual y en Monte Arruit?, -lo ha estudiado alguien- y ¿cuántos murieron a manos de las tropas marroquíes del bando franquista, a las órdenes de oficiales españoles? No me negarán que esta tierra y Marruecos mantuvieron un extraño idilio durante siglos. Y, ahora, vuelve a haber aquí muchos marroquíes que vienen a ganarse honradamente la vida. Sería conveniente que hiciéramos una profunda revisión histórica de estas cosas, para llegar a alguna conclusión sobre nuestra identidad y sobre nuestro futuro. Quizás conviniese hablar con los historiadores marroquíes, que tienen sus propios y razonables puntos de vista, para ayudarnos mutuamente a conocer a los otros y a fomentar en serio nuestras relaciones -culturales, antes-. Sería interesante y, seguramente, necesario. Así podríamos celebrar el Milenio del Reino Taifa sin tanto regionalismo y nacionalismo de vía estrecha y raro olor a podrido.