Llevan ocho años viviendo con la imagen clavada de aquella noche trágica. Afirman que si hubieran podido se habrían marchado del Cerro de Reyes, pero no tienen dónde ir, sus casas no tienen valor suficiente para comprar otra en otro lugar y tampoco es fácil encontrar compradores. Después del tiempo transcurrido siguen sintiendo el miedo cuando recuerdan hasta dónde les llegó el agua.

Alrededor de 40 familias permanecen en la calle Caballero Villarroel, donde el agua alcanzó hasta 3 metros, a orillas del Calamón. No consiguen comprender porqué otras casas más alejadas fueron derribadas y sus ocupantes desalojados mientras que ellos siguen ahí, en plena zona inundable. "Nadie se ha ido porque no nos han dado opción", se lamenta Antonio Repoller, quien asegura que fue hasta cinco veces a reclamar "pero la Junta nos ha condenado a vivir aquí".

Sicilio Alvarez, el secretario de la Asociación de Damnificados de la Riada, es uno de estos vecinos. En esta calle vive y regenta una tienda. Como sus vecinos, sabe que con la obra que está acometiendo la Confederación Hidrográfica del Guadiana de canalización de los arroyos ya no volverá a ocurrir la tragedia del 97, pero por la información que ellos tienen sobre el proyecto que se acomete en la orilla más cercana, aseguran que los puentes más cercanos, del Obispo y el de la autopista, quedarán más altos, y frente a sus viviendas habrá un malecón de 2,90 metros de alto, con lo cual se temen que a sus casas irá a parar todo el agua que venga de las calles más elevadas. "Nos quedaremos metidos en un pozo", subraya.

TRES ALTURAS Tampoco el nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), en trámites, les beneficia mucho, según sus datos, porque en su calle se prevén bloques de viviendas de protección oficial de 3 alturas y ni siquiera habrá viviendas para todos los habitantes de ahora.

No ven claro el futuro porque comprueban que a medida que pasa el tiempo, en lugar de encontrar soluciones, su situación se complica. Ahora, con la obra de la CHG en el Calamón, para facilitar los trabajos en el cauce se ha cortado el arroyo y el agua permanece estancada justo en el tramo enfrente de su calle, con los consiguientes malos olores y la proliferación de bichos. "Ayer maté un mosquito que era como un avión a reactor", comenta Sicilio. Aun peores son las ratas "como gatos", que aseguran que salen de una tubería rota en un gran hoyo, ahora vallado. "Es el cercado de las ovejas", bromean. Los escombros se amontonan y la hierba, ahora seca, ha inundado todo el descampado entre el arroyo y las casas. Saben que esta obra no será eterna, "terminarán en un año, o en dos, pero mientras cogeremos el cólera". "Lo único que pedimos es que nos escuchen", repiten.