TEtn la vieja plaza de Toros de Badajoz, derribada para hacer el Palacio de Congresos que ahora se inaugura, por encima de polémicas accesorias sobre su denominación, fue el lugar en donde se llevó a cabo (y de esto apenas se habla), una de las mayores matanzas de la Guerra Civil Española por las tropas franquistas, que faltando a su juramento de fidelidad a la constitución vigente se sublevaron contra el orden democrático, dentro de un plan de exterminio cuidadosamente elaborado, como bien argumenta el historiador Francisco Espinosa en La columna de la Muerte . Los intentos franquistas de ocultar la verdad sobre la sanguinaria represión desatada tras la toma a sangre y fuego de la ciudad, al mando del teniente coronel Yagüe , comenzaron de inmediato, pretendiendo minimizar la matanza de Badajoz y los hechos de la plaza, a la condición leyenda (que aún perdura en algún sector revisionista). Afortunadamente los hechos históricos son tozudos, y ahí están las serias investigaciones historiográficas que merecen tal nombre, y los reportajes de grandes periodistas extranjeros que entraron en la ciudad. Por ello, por encima de la disputa de las cifras, el olvido y falsa concordia, para algunos inevitable durante la transición política, es una afrenta a la salud democrática. Aún hoy, muchos buscan los restos de los que desaparecieron, que permanecen en fosas clandestinas o lugares desconocidos por sus allegados porque otros los esparcieron para el olvido.

Es verdad que nada golpea más al fascismo, al dogmatismo y a la intolerancia que la cultura y, por ello, dado el desatinado hecho consumado de la demolición de la plaza como lugar de memoria que siempre debió haber sido, ahora sí creemos necesario, desde la asociación a la que pertenezco, es que en el edificio que se inaugura, para que no se consolide como lugar de olvido, haya un espacio de interpretación de la Memoria, para que los ciudadanos de Badajoz, los que lo visiten y las futuras generaciones, conozcan su pasado, el solar sobre el que se levanta y lo que sucedió hace setenta años, y que además sirva para honrar y reparar la dignidad, la justicia y la memoria de los que fueron injustamente asesinados por defender un régimen democrático y la libertad. La recuperación de la memoria es un acto de responsabilidad, y a ella apelamos. Este reconocimiento no se puede interpretar como concesión de los gobernantes, sino como derecho de la ciudadanía. Debemos pues evitar una segunda matanza virtual de la plaza de toros de Badajoz, que sería la del olvido.