Alguien consideró, de eso sabe mucho el maestro Francisco Pedraja, que el mercado de abastos, que estuvo situado en la Plaza Alta, debía trasladarse y no derribarse a la brava, como había quien preconizaba. Esta especie abunda mucho entre nosotros. El problema era buscar un lugar para llevarlo. El edificio es una preciosa muestra de arquitectura de hierro, un ejemplar único de Arqueología Industrial, de las que, por entonces -años 70- nadie apreciaba, pero que ahora cualquier país civilizado cuidaría como oro en paño. En aquellos años la Universidad de Extremadura iniciaba su camino y la buena voluntad -y el gusto y la inteligencia- de unos se conjugaba con la ilusión de los otros. Total, el venerable mercado acabó de biblioteca en su nuevo emplazamiento, que es el actual. No sé si llegó a usarse como tal, pero nadie le dio un repaso para evitar la degradación de sus materiales. Se ha ido deteriorando irreversiblemente y ahora conservarlo es más caro que lo que costó cambiarlo de lugar. Qué desdicha.

Cada cierto tiempo alguien entabla conversaciones con alguien para restaurarlo. Y nada. Todo igual. La Universidad, que es su propietaria, no tiene un chavo y está deseando que se la libere de semejante peso. Pero es la responsable. Y las demás instituciones a su bola. No quisiera yo ver cómo el edificio se viene abajo. Sería un asunto a reclamar ante los tribunales de justicia. Espero, siempre optimista, que de verdad haya un acuerdo entre instituciones y pongan fin a esta situación, dejándolo donde está o trasladándolo y, en cualquier caso, dándole uso. Pero ha de ser pronto. Es una vergüenza, una auténtica vergüenza, que esta ciudad destroce -por culpa de unos o de otros- su patrimonio de un modo tan miserable. Sí, ya sé. Los culpables son siempre los demás. Aquí todo queda inconcluso. Lo que se empieza siempre se deja a medias y el mercado no es una excepción. Insisto en no atacar, por una vez, a la propiedad. Si no conociera el grado de carencia de nuestras universidades me emplearía más a fondo. Y eso sería injusto. Pero, ha de tomarse muy en serio, también, este problema. Ahí me gustaría ver echando una mano a la clase política y a los ciudadanos. A los mismos que en Badajoz están hasta donde a nadie le importa de la ignorancia y falta de patriotismo -si, patriotismo- de sus regidores de toda marca y color, cuando de solucionar estos asuntos se trata.