Celeste María Modesto Vito vivía en una casa más allá del puente y la abandonó porque asegura que el espíritu de un difunto que habitaba en la vivienda tenía tenía poseída a su pequeña. El miedo la ha llevado a trasladar sus enseres a unas ruinas junto al río, donde vive bajo un toldo que la protege a ella, su marido y tres de sus hijos, de las inclemencias.

La hija de Celeste, Elvira Lito, también cree a pies juntillas la historia que cuenta su madre. Ella, con su marido, sus hijos pequeños (uno de ellos, Agustín, de apenas un mes), otro matrimonio y cuatro cuñados viven en una cochera de apenas 30 metros cuadrados, entre las construcciones que van a ser derribadas. Hace unos meses esta cochera estaba ocupada por otros familiares, que fueron trasladados por la Junta a las viviendas prefabricadas de las Cuestas de Orinaza. La chabola volvió a ser ocupada.

Todos ellos son portugueses, de Castelo Branco, y llegaron a Badajoz buscando una vida mejor. Allí vivían en una "barraca". Aquí sobreviven con lo que venden en los mercadillos y están convencidos de que han salido ganando con el traslado. No saben nada de que vayan a echarlos, al menos eso dicen, porque si eso ocurre, no sabrían dónde ir.