La romería de Bótoa recupera público después de que el año pasado el puente festivo restase afluencia a la cita con la copatrona de Badajoz. Miles de pacenses acompañaron ayer a la Virgen en su día grande desde primeras horas de la mañana. Para muchos, la primera tarea, además de aparcar, fue encontrar un buen sitio junto a una encina para pasar el día con la familia.

Lo siguiente era visitar a la Virgen. Por la mañana, hubo tres misas y tras la última se celebró la procesión que, por primera vez este año, no regresó por la carretera, sino que hizo el mismo camino de ida y de vuelta de la encina por el cordel. El motivo, según explicó Gonzalo Robles, tesorero de la Hermandad de Nuestra Señora de Bótoa, es que Tráfico no había autorizado el paso para que no se tuviese que interrumpir la circulación de vehículos durante tanto tiempo.

La hermandad dijo que esta había sido una decisión de última hora, por lo que solo dio tiempo a pasar un camión por la cañada real para intentar adecentar el camino. El próximo año se acondicionará.

Pese a este contratiempo, la procesión por el campo de la Virgen fue igual de vistosa. Acompañada por caballistas, carrozas, los representantes de las hermandades de penitencias, las lavanderas, los grupos folclóricos y autoridades civiles y militares, entre ellas el alcalde, Miguel Celdrán, y varios concejales, la copatrona de Badajoz salió y regreso a su ermita entre aplausos y vivas.

La imagen vestía un manto blanco con bordados en oro (el año pasado fue rojo) y estrenaba una pamela con flores silvestres. Iba rodeada de flores blancas y rosas. Tras la procesión, los coros y danzas bailaron ante la Virgen y se procedió a la tradicional subasta del ramo y el rosario de plata, que tuvo como maestro de ceremonias a Emilio González Barroso, que también ha sido el pregonero este año.

El ramo se lo llevó Lucía Bote, camarera de la Virgen, por 1.200 euros. Luego se lo regaló de nuevo a la copatrona. El rosario fue adjudicado a Laura Garrido, también camarera de la Virgen, por 1.000 euros.

La llegada de vehículos fue continua durante toda la mañana, aunque solo se produjeron pequeñas retenciones cerca del mediodía. Más de una veintena de agentes de la Guardia Civil fueron los encargados de velar por la seguridad en el entorno de la ermita y de garantizar la seguridad del tráfico rodado en una jornada que se desarrolló sin incidentes destacables.