San Francisco y la plaza de Minayo son el centro de la ciudad. En Minayo, el Banco de Santander y el BBVA y muy cerquita el imponente edificio de Caja Badajoz, que ya veremos en qué acaba. En los soportales, el envejecido cartel de Telefrontera nos recuerda que hubo un tiempo cuando Badajoz tuvo hasta tres televisiones locales. Y, más allá, el histórico Garaje Pla convertido en colegio de abogados, una de las mejores decisiones de los últimos cincuenta años porque las nuevas generaciones no saben o no recuerdan ya cómo llegó a enquistarte el asunto del edificio. Desde la iglesia de San Juan Bautista, donde tantos hicimos la primera comunión e íbamos a la librería Diocesana a comprar los libros cada principio de curso, se oteaba el imponente López de Ayala y su terraza de glorias veraniegas e intuíamos el magnífico gallinero desde donde vimos Sor Citroen cuando a los niños de General Navarro nos obsequiaban con cine o La Misión, la última antes de que desapareciera para siempre. Los urinarios públicos de la plaza y aquel Seminario de San Atón (La Junta, las clases de teatro de Villafaina, por cierto, ¿no era también un edificio protegido para que desapareciera con tanta facilidad?) sobre lo que hoy es un parquin subterráneo y, por supuesto, el Hospital Provincial (que también albergó la Casa de Socorro) completaban una plaza plena de sensaciones.

Todos hemos visitado a un enfermo en el Hospital, hemos ido al médico, nos han hecho un TAC, conocíamos alguna monja de las muchas que allí trabajaron, algún médico, ATS o celador de tal forma que era más que un Hospital. Cuando se abandonó, se fue parte de nuestra historia y de la vida del Casco Antiguo. El sueño de un increíble Parador se desinfló y, hoy, el edificio solo puede salvarse con inversión pública y actividad comunitaria. Después de mucho pensarlo, Remigio Cordero, tan ligado a ese Hospital, puede tener razón: necesitamos una residencia de mayores y los mayores no son un desecho de la sociedad por lo que verlos paseando por allí será un premio y no un paso atrás. Sin embargo, el edificio puede dar algo más: instalaciones que permitan que la cultura y los jóvenes se desarrollen en una ciudad viva y en progresión. El Hospital Provincial debe superar de una vez el debate, la tormenta de ideas y la carta a los reyes magos para dirigirse sin titubear y de forma realista hacia un rescate económico y social porque ello redundará en el desarrollo de un Badajoz solidario y amable que sabe conciliar la edad, la cultura y el bienestar.