El nuevo año comenzará inevitablemente con los presupuestos municipales del 2016 prorrogados. Por mucho que se espabile el equipo de gobierno y pudiese llegar a entendimientos con la oposición --algo que cada día parece más inviable-- ya no hay tiempo material para que unas cuentas nuevas entren en vigor en tiempo y forma. El mínimo periodo que se despacha empieza con la elaboración del proyecto, la negociación para conseguir mayoría suficiente, aprobación provisional en pleno y apertura de un plazo de exposición pública para la presentación de alegaciones como requisito previo a su aprobación definitiva. El retraso ya se ha hecho norma en este ayuntamiento, donde se recuerda como anécdota el año en que se aprobaron en el ejercicio anterior a su entrada en vigor.

El nuevo reparto de fuerzas en el consistorio pacense llevaba a pensar que la costumbre podía haber cambiado y que la oposición, con mayoría, forzaría que las negociaciones se iniciasen antes. Ese fue su buen propósito cuando se aprobaron a finales de abril los presupuestos del 2016, también a destiempo. Anunciaron que después del verano se pondrían manos a la obra a componer los del 2017. Pero ni en septiembre, ni en octubre, ni en noviembre y todo hace pensar que tampoco en diciembre el PP presentará el proyecto. La opción más viable para que las cuentas del 2017 contaran con la mayoría suficiente y necesaria se han diluido. El pacto de investidura que al principio se dibujó como un acuerdo de gobierno se ha difuminado en apenas año y medio y en estos momentos no parece que vaya a tener continuidad. El portavoz de Ciudadanos, Luis García-Borruel, ha reiterado por activa y por pasiva que la relación está rota por la falta de cumplimiento de los compromisos firmados, tanto en la investidura como en los presupuestos del 2016, a los que este grupo prestó sus dos votos. Según sus datos, de los 61 puntos que aportó la formación naranja, no se han cumplido 32 cuando el año está a punto de expirar. El PP no ha dado explicaciones.

La falta de química entre Borruel y Fragoso es evidente, no solo en los plenos, donde el debate político desvirtúa las relaciones personales. Si el alcalde y el portavoz de Ciudadanos se cruzan en la escalera del ayuntamiento, uno subiendo y otro bajando, sin opción alguna de cambiar de dirección, mantienen la tez altiva y ni se miran ni se saludan. Lejos quedan los tiempos en los que los concejales del grupo popular tildaban a los de la formación naranja de «socios», por mucho que ahora María José Solana, nueva portavoz del PP, intente propiciar el buen entendimiento con todos los grupos de la oposición. El rey de mambo ha caído en desgracia. Aunque no hay que olvidar que el escaño es de Borruel, no del partido al que representa.

El PP habrá echado sus cuentas en otra dirección, porque no tiene mayoría suficiente para sacar solo unos nuevos presupuestos. Los del 2015 ya fueron prorrogados y eso que hasta mayo tuvo mayoría absoluta. El portavoz de Podemos, Remigio Cordero, se ha demostrado capaz de dialogar, pero sería difícil de entender ideológicamente un acuerdo entre siglas tan alejadas en sus posiciones económicas, como ya se demostró en los presupuestos del 2016, que no contaron con el voto de Podemos. La pelota estaría en el tejado del PSOE y en estos momentos la sintonía con el PP no suena precisamente a música celestial, por mucho que Monago vaya a negociar con Fernández Vara los presupuestos regionales. Bastante tendrían que cambiar los acordes en el grupo municipal socialista.