Hace unos días, en una tienda del centro, una clienta hablaba con el tendero de los ´moros´, "esos, que se quieren cargar la Navidad", comentaban. La señora, asentía a las afirmaciones del comerciante sobre esos ´infieles´ que ponían en peligro su modus vivendi y sobre todo su religión. La mujer añoraba su infancia entre monjas y achacaba los problemas actuales de los jóvenes a la falta de religión. Los ojos se me salían de las órbitas, claro, y no tuve más remedio que intervenir.

No voy a relatar aquí qué cosas dije, porque no sirvieron de mucho. Pero como soy buena, y en Navidad me acuerdo de todo el mundo, este año voy a pedir a los Reyes Magos, que vienen de Oriente, dos deseos: que aquella mujer de la tienda pueda seguir siendo la envidia de sus amigas luciendo su abrigo de piel en la misa del domingo, y que un día, no muy lejano, su hija menor la espere a la puerta del templo para presentarle a su novio Mohamed.

El otro deseo es que el tendero modernice su negocio hasta tal punto que tenga que recurrir a mano de obra especializada y así un día se vea obligado a contratar a Hassan. Quizás así dejen de tener miedo.