Algunas familias de la barriada de los Colorines y Cuestas de Orinaza llevan varios días pasando la noche ante las puertas de los Servicios Territoriales de la Consejería de Igualdad y Empleo en Badajoz.

No quieren seguir viviendo en estos barrios de la ciudad y aseguran que van a mantener las acciones de protestas hasta que la Junta de Extremadura, que es la administración que tiene la competencia en materia de viviendas sociales, les dé una "vivienda digna" en cualquier otro sitio.

Y la verdad es que no es difícil imaginar las situaciones tan extremas que se pueden vivir en estas zonas de la ciudad. Todos sabemos, por ejemplo, que no se puede subir a los Colorines a determinadas horas, ni tan siquiera lo hace, sin escolta, una simple ambulancia. Son barrios donde todavía sigue habiendo clanes dedicados al tráfico de drogas y donde la delincuencia llega a niveles de verdadero peligro, incluso para los que allí viven.

Pero una cosa es imaginarnos lo que puede estar pasando en estos barrios de Badajoz y otra, bien distinta, es escucharlo en las voces de algunas mujeres que allí viven. Se te ponen los pelos de punta. Y digo las mujeres, porque una vez más, son las mujeres las que están llevando la batuta de este conflicto. Me recuerdan, salvando las diferencias, a las mujeres de los marineros del Alakrana. Para mí, ellas fueron las verdaderas liberadoras de sus maridos.

Las mujeres de Los Colorines son las que están contando al resto de la sociedad la situación que están viviendo. Probablemente porque sean ellas las que verdaderamente la están sufriendo. Ellas son las que cuidan de sus hijos y las que lloran y rabian pensado en el futuro que les espera. Será por eso que ellas fueron las que se atrevieron a abordar al presidente de la Junta de Extremadura en la primera ocasión que han tenido y será por eso, también, que ahora les llaman "las chivatas" del barrio y temen por su integridad física.