En la rue Beume hay una boulangerie verde celadón. Dentro una madre y su hija regentan un salón de té y comidas. Bajo la grisaille parisina, el escaparate, donde han escrito el menú del día con los primeros platos calientes que adelantan al otoño, atrae sin remedio. En una alacena antigua se apilan las teteras de porcelana y plata. La dueña, que se pasea por el local con delantal, va llamando a las clientes para que admiren e inhalen el perfume de las tartas que salen del horno. Las lamparitas de pantalla acogen la lectura de las que comen solas. Tres señoras entradas en carnes y en años se ponen al día, risueñas, después de las vacaciones. Un par de ejecutivas dejan sus tacones en sus grandes bolsos y se calzan zapatillas, aliviadas. La que ocupa la mesa junto a la ventana, mira fuera ensimismada. En el otro extremo, una chica alterna ojeadas largas a su alrededor con dibujos que rasca su lápiz sobre el cuaderno apaisado. El silencio, como un oasis. Se respira comodidad Como un sillón viejo tapizado de una tela suave, de tanto uso, confortable. Esta relajación tibia, cómplice, se siente en ocasiones, cuando un escenario lo pueblan mujeres. Las alertas se quedan en el perchero, en los bolsillos de las gabardinas, para cubrirse de nuevo con ellas al salir a la calle, siempre hostil. La mujer de la ventana se limpia insistentemente la nariz. Llora, ya sin disimulo, sin control. Le tienden un pañuelo, tímidamente, y la propietaria trae una infusión que nadie le ha pedido. El tiempo detenido. Suspira al beber y las gafas se le llenan de vaho. Las desliza sobre su cabeza como una diadema y, aunque triste, musita un merci, casi sonreído. Dos de las mayores, que habían llegado en grupo, se levantan, una se sienta junto a ella y le frota el hombro. La otra le pregunta si le gustaría acompañarlas a la universidad, a dos pasos, para preparar el envío de ropa de abrigo a los campos de refugiados. La pintora pasa, ciñéndose su cazadora, lista para salir, dejando sobre el mantel de la mujer, que aturdida recibe la atención del resto, un dibujo del salón de té con siluetas emborronadas. En blanco y negro. En el margen se lee «París, septiembre, 2017» y en verde celadón: Courage!!