Un museo es un faro de luz, de sensibilidad y de sabiduría. Un museo es un templo de la única religión tangible, la del arte, en la que el creador es humano y asequible y su obra suele estar por encima de sí mismo, cosa que no ha pasado con el Dios de los que creen en él, cuya obra, particularmente la humanidad, es defectuosa e indigna de las habilidades de su hacedor. En esta religión de la belleza, que practicaron los clásicos con tanto acierto y después entró en una decadencia de masoquismo y feísmo cuando la devoraron las religiones, el museo es una parroquia placentera y laica, y su director, el párroco sabio y dispuesto a pastorear todas las sensibilidades, aun las de los no creyentes, los discrepantes y hasta los críticos. Otra ventaja del museo es que en él cabe también el arte que han creado las religiones, mientras que en la parroquia está vedado todo lo que no sea su estética rígida y excluyente, incompatible, por ejemplo, con algo tan natural como una venus, una ninfa, un apolo o un eros, (no digamos un hermafrodita como el del Louvre), y mucho menos --lo que es todavía más incomprensible en creencias que dicen predicar el amor-- con la carnal representación artística de éste.

En Badajoz, mi parroquia laica es el Museo Provincial de Bellas Artes, al que su actual responsable, Román Hernández Nieves , ha convertido en uno de los principales focos de arte y cultura de Extremadura. Acaba de llegarme la última de sus publicaciones, con el catálogo de sus grabados. Con ella cierra Román la ingente tarea que se impuso cuando accedió a la dirección, de catalogar científicamente todos los fondos del centro. Lo ha logrado, con un alto nivel de exigencia y calidad, con este tercer volumen que completa los dos anteriores, dedicados a la pintura y a la escultura. Pero el museo que dirige no se limita sólo a exhibir sus fondos y a organizar magníficas exposiciones temporales. Allí se celebran, además, conciertos, actos literarios, reuniones culturales. Porque Román sabe que museo es casa de las musas , y que, aparte de a Nemosina, la de la pintura, hay que honrar a también Calíope, a Erato, a Euterpe y a las demás.

Este museo recibe cada año a cerca de 24.000 personas, en una cifra ascendente desde que Román lo dirige. Acertó de pleno la diputación cuando nombró a este extreordinario . Que sea por muchos años.