TLta propuesta del Ayuntamiento de Olivenza de recrear la Guerra de las Naranjas, uno de los acontecimientos históricos más importantes de la localidad, ha provocado una polémica que no consigo entender.

Aunque después de lo que se ha dicho y escrito estos días, supongo que pocos desconocerán ya lo sucedido en 1801, no está mal recordar que fue la guerra que España declara a Portugal y tras la cual Olivenza pasaría, definitivamente, a ser española.

Ahora, doscientos años después, el alcalde de Olivenza, Bernardino Piriz quiere añadir una nueva cita cultural y turística a una localidad donde sólo parece que haya toros; y se encuentra con la oposición del PSOE local y de algunos estudiosos de las relaciones con Portugal, que casi parecen asegurar que la representación teatral podría provocar otro segundo episodio bélico.

De acuerdo que el nuevo alcalde oliventino, bien por falta de experiencia o por no prever este revuelo, no ha seguido algunos pasos que el protocolo y el buen llevarse con los vecinos manda, y no invita a participar, ni tan siquiera les hace conocedores del proyecto a sus colegas de ciudades portuguesas involucradas también en la famosa Guerra. Pero de ahí a escuchar expresiones como "heridas abiertas" o "conflicto diplomático" parece, cuanto menos, un tanto exagerado.

Claro que existe un grupo en Portugal que aún sigue reivindicando Olivenza como suyo. Incluso podríamos hablar del sentimiento contrario a lo español de algunos portugueses. Pero han sido las propias autoridades extremeñas, políticos del PSOE, expertos en las relaciones con Portugal, los que reiteradamente y con muy buen acierto, han quitado hierro e importancia a estos movimientos. ¿O es que ahora resulta que no eran tan pocos y tan pacíficos?

No saquemos las cosas de quicio. Olivenza lleva a gala y con mucho orgullo su pasado portugués. No consintamos que un absurdo enfrentamiento político desmerezca su belleza hispano-portuguesa.