El autor es profesor y arqueólogo.

Sorprendido estoy todavía por esta nueva imagen navideña que se le ha dado a Badajoz. O, cuando menos, a la zona del casco antiguo y centro histórico. En esta ocasión no son las insulsas y pobretonas bombillitas de otros años, no. En esta ocasión se puede hablar con fundamento de decoración. Ya estamos más cerca de Nueva Yó.

No está mal nada de lo que se haga para dar más vida y animar la actividad en el casco antiguo badajocense, aunque hay que reconocer que lo peor de esa escenificación navideña quizá sea lo poco convincente que resulta.

En realidad, es sólo una escenificación del consumismo y sólo beneficia a los comerciantes de la zona. Si es que los beneficia. Yo no lo tengo tan claro.

Ignoro por el momento si los vecinos de la parte vieja de nuestra ciudad sacamos algún beneficio de todo este lucerío. También tengo mis dudas. Pero, no me malinterpreten, no estoy contra el ornato urbano y aplaudo la iniciativa de nuestra ínclita corporación municipal.

Lo que no le perdono al Ayuntamiento de la ciudad es la música ambiental que ha elegido. El famoso ´Chiquirritín´ me produce, a fuerza de tanta repetición, instintos asesinos y esos insufribles villancicos, digamos, andaluces, me han convertido en firme partidario de la eutanasia.

Pero, bueno. Estamos en época de paz. Para eso enviamos tropas españolas de ocupación a Iraq, mientras en el Portal de Belén se refugian los palestinos dejados sin casa por el racismo sionista.

Les deseo Felices Fiestas.

Lástima que Badajoz esté más sucia que nunca.