TSti no fuera porque algunos empiezan a estar de los nervios, diría que asistimos a una ceremonia de la confusión perfectamente diseñada por esas mentes aburridas y calenturientas que sólo piensan en la estrategia, el marketing, el branding, el merchandising y, por supuesto, el business. Pero no, no podemos ser tan mal pensados. No podemos interpretarlo todo en términos de agitación y propaganda. No puede ser siempre que los estados carenciales arrojen a cualquiera a los pies de la demagogia y la estulticia. Es posible que la enajenación mental transitoria o un ataque profundo de melancolía sean la causa real de tanta crispación y estupidez.

O los nervios. Nada más que los nervios pueden explicar que algunos definan una prioridad distinta cada vez que hacen una declaración pública. Un extraño juego que consiste en intentar decir, comunicar y prometer lo que uno cree que los demás esperan oír, recibir y aplaudir a sabiendas de que, probablemente, se esté vendiendo la piel del oso antes de abatir al animal. Deben ser los nervios los que llevan a una asociación a mandar cartas amenazantes a las instituciones para que no firmen licencias de obras que, por supuesto, ya han calificado como ilegales. Los nervios suelen traicionar las composturas y una resolución judicial favorable, discutida pero favorable, no significa que, hasta el final de los tiempos, todas vayan a ser similares. Los nervios atentan también contra el lenguaje, exigiendo os/as o, peor aún, una arroba para ambos, cuando la gramática es la gramática y, afortunadamente, no está sometida al juicio de los políticos, generalmente sin mucho juicio intelectual. Los nervios de quienes organizan actos supuestamente culturales aunque manifiestamente partidistas conmemorando a una poetisa de la tierra que, por mucho que se empeñen en lo contrario, no era correligionaria ni tenía carnet. O los nervios del presidente de la Junta diciendo que en la maleta que le acompañará en sus viajes por Extremadura llevará la igualdad, término pretencioso que cabe en cualquier maleta de buena voluntad y bandera que enarbola cualquier ciudadano de bien.

Pero para los nervios, ya se sabe, ansiolíticos o, en su defecto, un poco de cordura y un mucho de saber estar, que no se vende en las farmacias pero logra más que un permanente estado de ansiedad.