TLta gente normal no anda planteándose esas cosas. La gente normal se levanta, va al trabajo, come y según las circunstancias se echa o no la siesta, sin preocuparse de si esa costumbre es o no española, porque nadie ha reclamado aún que ese dulce cerrar los ojos al compás del telediario o los documentales de la dos sobre el león del Serengueti, sea una tradición del Bierzo, las Alpujarras o el Ampurdán. La gente normal paga hipotecas, se va una semana de vacaciones y no tiene tiempo ni ganas de andar escandalizándose con las tonterías de unos cuantos. Como mucho, se lleva las manos a la cabeza. Porque estas dicotomías y estos enfrentamientos viscerales entre comunidades no afectan a quien tiene sentido común. Se hacen chistes sobre lo brutos que son en algunos sitios o lo graciosos que pueden llegar a ser en otros, o se critica que se invierta en la costa y que no se invierta aquí. Pero las tonterías, las tonterías de verdad, las dicen quienes no tienen mejor cosa que hacer que buscar más enfrentamientos que los que ya existen. Yo creía que los tópicos sobre si los andaluces eran alegres, los extremeños sufridores, los gallegos desconfiados y los castellanos, recios, habían pasado a la historia. Mi madre lo estudiaba en la dictadura siguiendo un curioso orden mnemotécnico. También creí que nadie los citaría pasados Mesonero Romanos y los hermanos Quintero . Pero resulta que ahora en algo tan moderno como un blog, vuelven las tonterías de antaño. Apadrine un niño extremeño, dice. Hay que hacerle el mismo caso que a una antigüedad de feria. Curiosa mezcla esta de avance tecnológico y rancia y cerril provocación.