Como miles de pacenses que cuando llueve en lugar de salir de casa con el paraguas sacan el coche, soy dependiente del vehículo de cuatro ruedas, que tanto contamina y que provoca enormes problemas de circulación en el casco urbano, además de los gastos que supone no solo su adquisición sino su mantenimiento: un perenne agujero en el bolsillo.

Soy adicta, lo reconozco, tengo ese gran defecto. No podría subsistir sin mi coche. Sin los pocos que he tenido a lo largo de mi existencia como conductora. De todos ellos guardo buen recuerdo, con sus defectos y sus virtudes, pero todos me dieron lo que de ellos esperaba, con total satisfacción. En mi vida no puede haber Día Sin Coche. No es que sienta algún tipo de veneración hacia este artilugio, ni siquiera lo entiendo como máquina, y no hay más que comprobar las condiciones en las que se encuentra el que ahora uso y la brusquedad con que lo trato. Me dan igual las marcas, la potencia del motor, el color de la carrocería o el material de su tapicería. Ni siquiera tomo en consideración que la apertura de las ventanillas sea automática o con manilla. Para mí el coche es un elemento utilitario, que me trae y me lleva y conmigo, a los míos. Lo necesito. No imagino mi vida sin él. Me gustaría conocer otras alternativas menos contaminantes con las mismas prestaciones, pero hasta ahora no las he encontrado.

Descartado el coche de San Fernando, una ciudad del tamaño de Badajoz requiere contar con algún medio de locomoción para trasladarse. No todos podemos vivir en el centro, donde coinciden buena parte de los servicios que la ciudad ofrece. Ni aún así, hay opciones que se encuentran en la otra margen del río o en el extrarradio, a las que no se puede acudir andando. El autobús urbano no es una alternativa con una oferta completa que pueda solventar todas las necesidades de traslado de una familia. Donde vivo, necesito por ejemplo coger dos autobuses para acercarme a las instalaciones de La Granadilla y casar los horarios, lo que supone una inversión en tiempo del que no dispongo. Las líneas dejan de funcionar a las once de la noche, con lo cual, a partir de esa hora o tienes disponible tu coche o avisas a un taxi, una alternativa que no se puede descartar pero que debe ser una solución excepcional, por su repercusión en la economía familiar.

Me encantaría poder plantearme ir en bicicleta. Tengo una amiga en Sevilla cuyos hijos se mueven por esta ciudad, mucho más extensa que Badajoz, con el servicio público de alquiler de bicis. Pero Sevilla tiene una red de carriles bici y de bases para estacionarlas que nada tienen que ver con las de Badajoz. Allí sí es una alternativa al coche, pero aquí, no. De hecho, los usuarios habituales de bicicletas siguen siendo residuales, en comparación con otras ciudades europeas. Badajoz no es cómoda para los ciclistas y hay que ser muy valiente y arriesgado para depender en exclusiva de este medio de locomoción, que teóricamente sería el más recomendable en una ciudad llana y con una climatología favorable. Se queda en la teoría. No creo que haya muchas familias que se puedan permitir la bicicleta como único elemento de transporte y carecer de coche o usarlo sólo para viajes interurbanos. Su uso sólo conlleva beneficios, pero no ofrece las mismas prestaciones. Tampoco la moto supone la misma seguridad ni viabilidad para una familia, aun siendo un vehículo con el que evitas el problema de aparcar y genera menos atascos. Definitivamente, no. Para que la vida en Badajoz vaya sobre ruedas, se necesitan al menos cuatro.