El autor es arqueólogo y profesor

De la nueva estatua de Ibn Marwan, emplazada ante la alcazaba, hay que hacer algunas consideraciones. La primera, su erección. Es un acierto. Ya era hora de que esta ciudad rindiera homenaje a su fundador. No creo que dedicarle un rinconcito ante la Facultad de Biblioteconomía sea un tributo digno y más parece un cierto menosprecio. Dedíquenle el entero parque de la alcazaba. Está llena la ciudad de calles con el nombre de personajes y personajillos insustanciales y, a veces, hasta ofensivos. Y al Fundador con racanerías innecesarias.

Pero, sigamos con la estatua. Ha habido quien ha criticado las armas y los juicios no eran justos. Son correctas. Me gusta menos esa apariencia de edad avanzada, evocadora del Valle de los Caídos. Cuando Ibn Marwan fundó Batalyaws estaba en su madurez. No era un anciano. Y, cuando lo fue, ya no tomó las armas para usarlas. En todo caso no es cuestión de entrar en esas minucias. Las estatuas historicistas me parecen, a estas alturas del siglo XXI, fuera de lugar. Preferiría un monumento sin estatua. Ya no tiene remedio.

Otra cosa es la ubicación. Es correcta. Pero la escala de la estatua se empequeñece por la proximidad de la muralla y por la perspectiva. Y ese pedestal de ladrillo... Me resulta difícil de comprender que a tres poetas de menor entidad se les dedique un monumento enorme ¿nuevamente figurativo? y al fundador de la ciudad esa pequeñez. Francamente. No entiendo los criterios, no del escultor, que ha hecho su trabajo como mejor ha podido y sabido, sino de quien sea responsable en el Ayuntamiento de esas cosas.